En el momento de su expulsión (1492) se documentan en la provincia de Segovia hasta cinco aljamas: Ayllón, Pedraza, Fuentidueña, Cuéllar y Coca, además de unas quince juderías que no llegaban a tener consideración de aljama como las de Maderuelo, Aguilafuente, Turégano, El Espinar, Riaza, Sotosalbos, Collado Hermoso y la de Sepúlveda.
Se tiene constancia de población judía en este municipio en torno al siglo XI, coincidiendo cuando comienza el auge comercial y la importancia política de esta villa, y en el que se le concede su protección y alto mando al Obispo de Segovia. Se puede decir que la prosperidad política, económica y cultural de Sepúlveda durante la alta edad media se debió por una parte a su valor estratégico que disminuyó al alejarse hacia el sur la guerra contra los musulmanes y por otra a la prolífica convivencia entre cristianos, musulmanes y judíos.
Llegó a tener su mayor apogeo en el siglo XIII, cuando Fernando IV concedió un fuero, el más liberal marco legislativo de todos los reinos peninsulares y que, según Gautier-Dalche, hicieron de la villa “une sorte de petite république semi-rurale”. En este fuero se otorgaron por primera vez, junto con el de Castrojeriz y el Código de los Usatges (en el que aparecen varias disposiciones que se ocupan de proteger a los judíos del Condado de Barcelona), diversos privilegios y un reglamento de las condiciones de vida de los judios. Bajo esta situación jurídica que definían la personalidad de la villa, fue regulada la comunidad judía de Sepúlveda durante 400 años, permitiéndose ciertas singularidades y privilegios respecto al resto de los judíos del reino. Destacar entre ellos el tener el cementerio intramuros, el usar los mismos jueces que los cristianos, o el cobrar las sanciones económicas que en los juicios se les asignaba. Ni tan siquiera se les excluía de ser vecinos como sucedía con los moros; pero en el Fuero también quedaron legislados asuntos como el que ninguna cristiana podía ser nodriza de un niño judío, bajo pena de ser azotada y expulsada del pueblo, el prohibir a los judíos el comprar carne durante tres días en las fiestas de Pascua, Tabernáculos (Shavuot) y Navidad, a no ser que fuera de cabra o la de no tener relaciones con mujer cristiana bajo condena de morir bajo garrote vil y ella a ser quemada.
Aún así, la judería de Sepúlveda no llegó a tener demasiada importancia, comprobándose que los impuestos pagados por esta comunidad ascendieron a montos de 200 maravedíes (tan sólo en el Obispado de Segovia, juderías como en la de Pedraza se recaudaban hasta 2000 maravedíes, 2500 en la de Cuéllar y hasta 11000 en la de Segovia) , y sólo en una ocasión ascendió a la cantidad de 5.046 maravedíes por el martirio que sufrió un miembro de la comunidad.
La convivencia o más bien tolerancia de la que hablamos anteriormente, se fue perdiendo a medida que se fue entrando en la baja edad media, hasta la desaparición de la comunidad judía durante 1468, con el suceso conocido como del “Niño de Sepúlveda”, en la que se ejecutaron hasta 16 judíos hallados culpables del crimen, y terminó con el asalto de la población cristiana a la judería Sepúlvedana animados por lo que la población consideró una condena demasido leve por el entonces Obispo de Segovia, Don Juan de Arias Dávila, hijo de conversos, cobrándose aún más víctimas. Desde esta fecha, el barrio judío de la villa prácticamente quedó despoblado, huyendo sus habitantes hacia otras juderías o aljamas que les proporcionaron mayor seguridad, como la de Segovia o la de Cuéllar. Véase aquí la posible conexión con el aumento de población en Cuéllar durante estos últimos años del siglo XV antes de la expulsión.
De la Judería de Sepúlveda al igual que ocurre con la de Cuéllar, tan sólo queda una puerta o portillo que atestigua lo que queda de la presencia judía en esta población, formada por tres arcos apuntados en piedra caliza y que más tarde fueron adornados con tres esferas de granito. Esta puerta da paso al llamado Barrionuevo, al suroeste de la población, encaramado sobre las rocas de Sopeña, una defensa natural a modo de muralla sobre el río Caslilla y la cual se tiene constancia que ha sido habitada desde al menos el Neolítico.
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