sábado, 19 de octubre de 2013

Juderías del Valle del Tiétar (V): Candeleda

La villa de Candeleda puede presumir sin duda de tener la judería más estudiada y documentada de todas las del Valle del Tiétar. Esto puede deberse quizás a estar la localidad próxima a otras mayores como Hervás o Béjar y por ser la puerta de entrada sur de la comarca.

Los restos de la primera ocupación humana del Valle del Tiétar se hacen muy patentes en esta localidad, ya que en zonas como el Risco de la Zorrera se han hallado pinturas rupestres. Durante el período prerromano la zona estuvo habitada por los vetones, ocupando zonas altas cerca de los cauces fluviales. El yacimiento arqueológico del Castro del Raso, un importante poblado vetón, confirma este hecho. 


Sin embargo, parece ser que el definitivo asentamiento humano en la actual Candeleda llegaría con los romanos. De hecho, la teoría más aceptada sobre el origen del nombre de la localidad es la composición de una de las acepciones de Candela, flor de los castaños, alcornoques o encinas presentes en el municipio, con el sufijo “etum”, que denota abundancia, con clara alusión a que ya en esta época la zona era rica en árboles frutales y a una de las fuentes de riqueza de la zona, la explotación forestal. Tras la dominación romana, los visigodos se establecieron en la zona del Valle del Tiétar  dejando en la villa restos como la ermita de Postoloboso.

No parece, sin embargo que durante la dominación musulmana, el Valle del Tiétar y Candeleda fuesen un lugar muy poblado. Hasta la conquista de Toledo en 1085, el Valle del Tiétar perteneció a la Marca Media de Al-Andalus, conformando las sierras de Gredos y Guadarrama su frontera natural. Esta tierra fronteriza y escasamente poblada, no se mantuvo, sin embargo, ajena a saqueos y razzias por ambas partes enfrentadas, cristianos y musulmanes.

El avance cristiano hacia al sur provocó la repoblación de la zona y la fundación de la mayoría de las localidades actuales del Valle del Tiétar  dependientes de la jurisdicción de Ávila. Es hacia 1271 cuando se tienen pruebas de la aparición de un núcleo de población en la actual Candeleda. Es en 1393 cuando Enrique III, como en otros casos mencionados como Arenas de Ferréiras (Arenas de San Pedro), Colmenar de Arenas (Mombeltrán) o La Adrada, son segregadas del Alfoz de Ávila y entregadas al señorío de Ruy López Dávalos.


La concesión a Candeleda del título de Villa el 14 de Octubre de 1393 por parte de Enrique III provocaron un aumento de la población durante los siglos XIII y XIV. Coincidiendo con esta repoblación, llegarían a la villa los primeras comunidades judías. No obstante, los ataques sufridos a finales del siglo XIV por los judíos en algunas de las aljamas más importantes del sur del reino Castellano (como las de Sevilla, Córdoba o Toledo), provocarían que muchos judíos se refugiaran en estas villas al cobijo de los grandes señores feudales. Por esto, la judería de Candeleda, al igual que otros pueblos del Valle del Tiétar, alcanzó su mayor esplendor durante el periodo comprendido entre mediados y finales del s. XV. Esto también puede demostrarse a través de las contribuciones que los judíos de Candeleda tributaron, ya que desde los 450 castellanos (1 castellano igual a 485 maravedís) en 1464 pasaron a pechar hasta 3.196 castellanos en 1490.

Parece que en un principio, y por cercanía, la pequeña judería de Candeleda, dependió de la de Oropesa a efectos de pagos de impuestos, pues consta que en 1474 dicha población contribuyó sin los judíos de Candeleda, lo cual da a entender que con anterioridad si lo había hecho y que posteriormente se constituyó en aljama independiente, o bien que luego pasara a depender de la mayor del Valle del Tiétar, la de Colmenar de Arenas (Mombeltrán).

La producción agrícola, fundamentalmente árboles frutales, olivo, vid, fue una de las fuentes de riqueza de los judíos, tal como quedó documentado en 1492 cuando los judíos propietarios de viñas en Candeleda, así como de olivares y diversas especies de cítricos, debieron vender su propiedades. También se dedicaron a las explotaciones forestal y lanar, y a una industria muy importante en la zona como era la apicultura. De hecho, esta actividad está probada a través de un documento en el que se nombra que el judío Salomón Pilaz era dueño de 100 colmenas y una majada en Candeleda para la obtención de cera y miel. 

Los judíos ocuparían profesiones como la de lañadores, cesteros, tejedores, guarnicioneros y tenderos. También ocuparían puestos como recaudadores de impuestos, como los de cobrar los derechos de montazgo del Puerto de Candeleda y del cobro de las rentas de los señores feudales del Valle de Tietar. El citado Salomón Pilaz, junto con otros judíos, cobraba las alcabalas y otros derechos del Conde de Miranda en Candeleda. En los anales está recogido que la labor la llevó a cabo junto con el el después converso Fernand Núñez de Oropesa. En una ocasión, parece que ll importe total a recaudar ascendía a 130.000 maravedís, por lo que para llegar a tal fin hicieron que muchos vendieran sus casas, viñas y huertas, llegando a alcanzar la cantidad de 200.000 maravedís e incluso más. Ante tal exceso, parece que Salomón Pilaz tomó la decisión que en lugar de entregar la totalidad al conde, quedarse con una parte, unos 25.000 maravedís, y huir a Portugal. El conde para resarcirse de ello encarceló a Fernand Núñez de Oropesa en Candeleda y a su mujer la encerró. Fernand Núñez de Oropesa, creyó que siendo bautizado alcanzaría el perdón del Conde, pero cuatro años después, seguía preso en la cárcel de Candeleda.


Está documentado el caso del judío Isaque Caba, recaudador de alcábalas, en 1478 que fue llevado a pleito por el judío Jaco Abelia, vecino de Jaraiz y también recaudador en  la zona del Campo Arañuelo, acusándole de quebrantamiento de compromiso e insultos. Para solucionar el pleito, se propuso como mediadores a otros dos judíos, pero la mediación nunca llegó a producirse porque el judío de Jaraiz huyó a Portugal.
En el año siguiente existe también documentado el pleito iniciado por el procurador fiscal contra Rabí Sento, vecino de Avila, por el cobro excesivo a pastores y ganaderos del tributo por cruzar el Puerto de Candeleda. 

La judería de Candeleda tuvo una extensión bastante reducida. Su ubicación se limitó a lo que actualmente es la plaza del Herreñal y las calles que la delimitan, una configuración que parece estar diseñada para el desarrollo interno de la comunidad y el aislamiento. De esta plaza parten seis calles de manera radial: de la Rosa, de la Luna, del Sol (cambiada posteriormente por el de calle del Hospital), de la Fortuna, de la Moneda y de la Plata, haciendo alusión estas últimas a los comerciantes, prestamistas, banqueros y plateros que tenían sus negocios en estas calles. También parte de dicha plaza la calle de Talavera, llamada así porque desde aquí partía el antiguo camino a  esa localidad, y con la que los judíos de Candeleda mantuvieron estrechas relaciones sociales y comerciales con los judíos de Talavera.


Las calles que rodean el perímetro de las manzanas que forman la plaza del Herreñal son las calles de la Concepción, del Clavel, de la Azucena y de la Amargura. Donde parece que también habitaron, o al menos tuvieron comercios, los judíos.


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En el actual número 14 de la calle de la Amargura se encuentra la Casa de la Judería, antigua Casa de la Inquisición y que por lo que cuenta la tradición dio nombre a la calle porque el camino que debieron recorrer los judíos camino del exilio o los conversos camino del Santo Oficio era amargo.  




La Casa de la Judería, reconvertida en centro cultura, ha respetado la disposición interna de una típica casa de la zona, y celebra en la actualidad exposiciones de artistas de la localidad, así como venta al público de especialidades culinarias típicas de la zona. Sin embargo, no espere de este lugar un centro de interpretación y exposición de la antigua judería de Candeleda.


Parece que la protección que los señores de Candeleda tuvieron sobre los judíos, y el ambiente antijudío que existió en Castilla durante toda la baja edad media, provocaron seguramente más de un episodio de violencia contra éstos. Sin embargo, sólo se tiene constancia documentada de un hecho contra los judíos. Y es que, como cuentan las crónicas, en 1479 Pedro Manrique apresó a Abraham Arauso que acababa de tomar posesión en nombre de los Reyes Católicos de la villa de Puebla de Naciados (Cáceres). y los expuso en la picota de Candeleda para quemarlo. Sin embargo, esto no llegó a producirse por el rescate de 30.000 maravedís que las aljamas judías de varias zonas del reino aportaron. Una vez liberado, Abraham Arauso reclamó justicia ante el Consejo Real  y la devolución del importe por su rescate para poder restituir a las aljamas el dinero.  Fueron los Reyes Católicos quienes obligaron a Pedro Manrique, ante su negativa, a la devolución de la cuantía.

La orden de expulsión impuso a los judíos de Candeleda, el abandono de sus hogares, que siguieron el mismo camino que los del resto del Valle del Tiétar hacia los puertos andaluces y de allí hacia Marruecos, o hacia Portugal. Está muy documentado el retorno de muchos judíos ya convertidos al cristianismo y las denuncias ante el Concejo Real para la devolución de sus bienes.

Bibliografía:

miércoles, 9 de octubre de 2013

Juderías del Valle del Tiétar (IV): Arenas de San Pedro (Arenas de Ferréiras)

Como ya hemos comentado en entradas anteriores, el valle del Tiétar ya estuvo poblado desde el neolítico, como demuestran restos de fragmentos de cerámica hallados en varios yacimientos de la zona, y posteriormente en la edad de Hierro la zona estuvo poblada por los Vetones, aunque se sabe que no tuvo asentamientos fijos, o por lo menos no se han hallado evidencias de estos. De las diferentes invasiones posteriores que sufrió la península: romanos, visigodos y árabes, salvo el llamado puente romano o de Aquelcabos que cruza el río Arenal dentro del casco urbano de Arenas de San Pedro, y sin duda, de origen medieval con la incógnita de si fue construido, efectivamente, sobre uno anterior de origen romano, no se tienen noticias ni hay hallazgos concluyentes.


Así los orígenes del municipio de Arenas de San Pedro o Arenas de las Ferrerías de Ávila, llamado así por la cercanía a la antigua mina de hierro de La Tablada, se remontan a la edad media durante la conquista de la zona por las tropas castellanas y posterior repoblación entre los siglos XII y XIII, como ocurriría en el resto del valle o en los pueblos de la cercana Sierra de San Vicente.

Según cuenta la leyenda local, la ocupación y nacimiento de la actual villa se produciría tras una milagrosa aparición de la virgen en 1054 animando a los habitantes a trasladarse a un lugar rocoso y con gran cantidad de manantiales, enclave de la actual, cuando una plaga de termitas arrasó gran parte de las viviendas del antiguo núcleo en el llano, es decir, en el valle.

Desde el siglo XIII, en el que el concejo de Ávila otorgó terrenos al de Arenas, la población de Arenas de Ferrerías dependería de Ávila y estaría sujeta a la misma ordenación de ésta hasta que en 1393 recibe el título de villa de la mano de Enrique III de Castilla.



Como en otras villas y pueblos de la zona, no se tiene constancia de cuando llegaron los judíos a la zona, aunque los siglos XII y XIII, durante la repoblación castellana de la zona, sería el momento más propicio, ya que además, durante el Siglo XIII el valle del Tiétar se convertiría en una comarca muy próspera por las explotaciones agrícolas, ganaderas, forestales y por sus cercanas minas de hierro, lo que animaría a ésta comunidad, como a otros pobladores castellanos, a asentarse aquí. Esta riqueza, y el ser lugar de paso de ganado, con su correspondiente pago de tributos, provocaría que el valle en su totalidad fuese un lugar muy codiciado por los señores castellanos. Sería el Condestable Ruy López Dávalos quien fijó su atención en la zona, consiguiendo autorización real para su control, independizando a esta villa, así como Colmenar de Arenas (Mombeltrán) de la jurisdicción de Ávila. 



Entre los siglos XIV y XV se dio lugar a la construcción de los edificios más antiguos de Arenas de San Pedro que hoy en día continúan en pie, como el castillo de la Triste Condesa, la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción y el puente de Aquelcabos, en el que se cobraba pontazgo, quizás encargado a judíos.



No se tienen grandes noticias de la judería de Arenas de Ferreiras, por lo que siempre se ha considerado como modesta y a la sombra de la mayor de la zona, la de Mombeltrán de la que tuvo que depender. La judería de Arenas tributaba prácticamente la mitad de la de Mombeltrán, y su población pareció aumentar a lo largo del siglo XV, por lo que algunos autores e historiadores han considerado que es posible que desde 1474 alcanzara la categoría de aljama. 


Los judíos de Arenas se dedicaron fundamentalmente a la actividad comercial, pero también se tiene constancia de que atendieron al negocio de la seda y telares, por ser esta villa sucursal de las fábricas de Toledo, Talavera y Ávila.


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En cuanto a la ubicación de la judería, se conoce bien que esta se encontraba en el extremo este de la villa, sobre una ladera, formando un arrabal. Y es que en la actualidad aún permanece el nombre en una de las calles de esta zona del llamado Barrio de la Fuente Arriba, que sigue aludiendo a la comunidad judía que aquí habitó, la “Calle de la Sinagoga”, lo que nos indica el emplazamiento del lugar más importante para la comunidad hebrea de Arenas de Ferreiras. 



Bibliografía:

domingo, 6 de octubre de 2013

Juderías del Valle del Tiétar (III): Mombeltrán (Colmenar de Arenas)

Mombeltrán o Colmenar de Arenas como se denominaba antes de la derogación de los privilegios de la villa en 1728, es en la actualidad la localidad cabecera del llamado Barranco de las Cinco Villas y tuvo el privilegio de contar con la mayor población judía del Valle Tiétar abulense. 


Aunque se sabe que esta zona del valle del Tiétar estuvo habitado desde la Edad de Hierro por los vetones, en el Barranco no se han encontrado restos importantes. No es hasta época romana en la que se aprecian los primeros asentamientos cercanos a arroyos y promontorios.  No se tienen noticias de esta zona hasta que en el 1085 las tropas cristianas conquistan la ciudad de Toledo y la frontera entre los reinos de Taifas y los reinos castellanos está ya por debajo de la marca del Tajo. La zona de Gredos, y en especial el valle del Tiétar y el Barranco, se convierte en un lugar donde se sucederían batallas y escaramuzas entre un bando y otro. 
Cuando en 1181 Alfonso VIII lleva los límites del concejo de Ávila hasta más allá de los cauces del Alberche y el Tiétar y deja la zona del Barranco finalmente bajo el dominio cristiano, se produce la repoblación de la zona, en la que probablemente empieza a asentarse los primero judíos.

Parece que en 1210 ya se recoge en un documento el nombre del Colmenar, en el que se da prueba de la existencia de un núcleo de población, con una cierta organización del territorio señorial y en el que parece sugerirse que llevaba años poblado. Finalmente, la zona, y en especial Colmenar de Arenes, adquieren importancia a partir de la segunda mitad del siglo XIII y durante todo el siglo XIV, gracias al desarrollo de la trashumancia, ya que esta zona es un lugar de paso obligado que comunica las dehesas de Extremadura y La Mancha y las sierras del norte. 
Precisamente son los ingresos del impuesto de montazgo, el tributo pagado por el paso del ganado, los que despertarán el interés de la nobleza castellana por estos territorios, lo que impulsará la concesión de las cartas de villazgo o privilegio de villa y la independencia del concejo de Ávila de aldeas como El Colmenar.
Por estas razones, en 1393 Enrique III concede el privilegio de villas a las aldeas de Candeleda, Arenas y La Adrada, y a Mombeltrán se le concede una feria y mercado para “que se pueble y haga mejor”


Mientras que a los demás pueblos se les deja libre la elección del día de la celebración, a Mombeltrán se le fija en sábado, por lo que por ser de descanso religioso la comunidad judía, estos no acudían a comerciar. No es hasta 1465 cuando el mercado es trasladado por orden de Enrique IV y se otorga “un mercado franco cada jueves, quizás por el importante peso en la economía local que tenía la comunidad hebrea.

Al ser entregada en 1461 la villa a Don Beltrán de la Cueva, el rey la otorga “con todos los vasallos así cristianos como moros e judíos que agora ahí viven e moran e vivieren moraren de aquí en adelante en dicha villa de Colmenar e su tierra”. Con el señorío y protección de Don Beltrán de la Cueva la judería aumenta notablemente, según se concluye por el aumento de los repartimientos tributados por la comunidad judía hasta la fecha de la expulsión.  


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En 1464 a la judería de Colmenar de Arenas se la concede el título de aljama, lo que pone en relieve su importancia e influencia económica en la zona. Desgraciadamente hasta el día de hoy no hay noticias de en donde se pudieron localizar donde estuvieron lugares importantes para la comunidad judía como su sinagoga o su carnicería. En 1474 se iguala con La Adrada en población y tributos, superándola rápidamente hasta 1492.
Según la tradición popular, pues no hay documentación que lo acredite, el barrio judío se situó en torno a la Plaza de la Corredera, con el fin de aprovechar el mercado que allí se celebraba. En Mombeltrán los judíos negociaron con paños y sedas. Además, se ocupaban del cobro de derechos reales. En 1476 se conoce por documentos de la villa que estaban encargados de cobrar el arancel del paso de mercancías por el pueblo dos cristianos junto con el judío Yuça Mamón. También se encargaban de cobrar el portazgo del puerto del Pico y el montazgo de Ramacastañas, muy rentables y deseados por encontrarse en cañada real.
Asimismo se dedicaron al cultivo del viñedo como lo demuestran los bienes que se ven obligados a enajenar en los días de la marcha, como viñas y bodegas, y también por el documento en el que se relata el suceso de condena de Symuel Fartalón en 1486, natural de Colmenar de Arenas, en el que se cita “una viña de los herederos de Salomó Peço”; en este documento Symuel Fartalón es acusado de haber dado muerte a un hombre en una viña suya y por la que finalmente se le declara inocente. En 1492 Yuçe Abeçan, morador de Mombeltrán, recoge la relación de sus propiedades para su entrega al reino vendiendo a Juan de Rebelte una viña en el término de las Falegas.


También es curioso el documento fechado en 1448 en el extraño nombre de un vecino de Colmenar y con el cargo de “Lugar del Maestre”, Pedro González Abenhiben, daba poder al bachiller Ruy López Beato, vecino de Ávila, para que cobrase ciertas deudas en su nombre, lo que prueba el amplio radio de acción de la actuación de los prestamistas de esta villa.

Con el edicto de expulsión, parece que la comunidad judía de Colmenar de Arenas se embarca en su mayoría camino de Marruecos atravesando Andalucía, aunque también consta que alguno se fue a Portugal. Un documento de Cuéllar cita los maravedíes que correspondieron al duque de Alburquerque, confiscados a los herejes de Mombeltrán hasta 1496, cuyo monto ascendió a 179.223 mrs.
En el archivo de Mombeltrán queda la cédula y órdenes de la expulsión y el proceso para saldar las deudas antes de marchar. Por real cédula de 14 de octubre de 1494 le eran concedidos al duque de Alburquerque los bienes que dejaron los judíos expulsados.

Bibliografía:

martes, 1 de octubre de 2013

Juderías del Valle del Tiétar (II): Navamorcuende

Aunque geográficamente la villa de Navamorcuende pertenece a la comarca de la Sierra de San Vicente y normalmente su judería se ha estudiado junto con las de Castillo de Bayuela o San Román, he considerado preciso incluirla en este recorrido por las juderías del Valle del Tiétar por su cercanía y por su relación económica y comercial que esta localidad tuvo con el resto de las del valle.


Habitada ya desde tiempos remotos, hay constancia de asentamientos celtas, los vetones, y romanos en la zona, como atestiguan diversos yacimientos y obras de ingeniería en las inmediaciones, aunque no es hasta 1276 cuando se funda la localidad de Navamorcuende  cuando el Concejo de Ávila dona los cotos de Navamorcuende y Cardiel a Blasco Ximénez por el «servicio que nos feciste señaladamente en la yda que fuiste al Rey para nos el concejo cuando era en Belcayre», para que «lo podades poblar de quienquier e a qualquier fuero que vos querades».


Así su documento de repoblación fue dado en 1279, y entre sus moradores ya aparecen judíos que vinieron a ocupar estas tierras como era habitual en el resto de repoblaciones de las zonas recientemente conquistadas por los reinos cristianos. 
El topónimo de Navamorcuende parece significar "Los prados del conde" porque sus vocablos se refieren a una "Nava", "Mor" de origen árabe que significa los prados y "Cuende", un arcaísmo que significa conde.


Poco se conococe de la población judía de la villa de Navamorcuende. Por los datos fiscales, se conoce que la aljama de Navamorcuende tributó en 1467 unos 2000 maravedíes, subiendo su hacia 1491 antes de la expulsión, lo que puede indicar que bien parte de la población judía se trasladó a otras villas o bien que ante la presión antijudía que se venía dando en toda la península, las conversiones se hicieron más comunes.


Al igual que el resto de la comarca, es probable que los judíos residentes en este lado de la Sierra de San Vicente vivieran básicamente de la viticultura y apicultura, así como de la artesanía y el comercio del ganado. Incluso, debido a ser lugar de paso entre la parte occidental de Toledo y la parte oriental de Ávila, y estando cercana a villas como Talavera de la Reina, Maqueda, Escalona, Oropesa o Arenas de San Pedro, podría ser un centro de intercambio de productos. 

No se sabe si la aljama de Navamorcuende se situaba en un lugar concreto de la villa, o si por el contrario, la población judía vivía entremezclada con el resto de la población cristiana.
La existencia de una calle con el nombre de Leví ¿podría indicarnos que a lo largo de dicha calle se desarrollara la vida de la comunidad hebrea? De momento es algo que no se puede contestar debido a la falta de documentación que confirme esto.






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Bibliografía:

domingo, 29 de septiembre de 2013

Juderías del Valle del Tiétar (I): La Adrada

El valle del Tiétar tiene una situación estratégica desde época romana, ya que no sólo comunica el centro de la península con el norte de Extremadura y la comarca de la Vera de Plasencia por un valle de fácil tránsito y por un río que riega una fértil vega, sino que, además, por el sur avanza en paralelo a tierras toledanas, mientras que por oriente enlaza con el valle del Alberche y con las tierras pinariegas del Guadarrama próximas a Madrid. Además, se sitúa entre dos grandes capitales que durante la edad media concentraron grandes comunidades judías: Ávila y Toledo. Junto a esto, la benignidad del clima que favorece cultivos típicamente mediterráneos como la vid, el olivo y árboles frutales y las amplias dehesas de encinas y pastos que se extienden a ambos lados del río, explican que ya íberos y celtas se disputaran esta zona.


La presencia judía en tierras del Valle del Tiétar, a diferencia de otras zonas de la península y de zonas cercanas como las de Ávila, Piedrahíta, El Barco, Hervás, Talavera de la Reina, Maqueda o Toledo, es tardía y a pesar de la abundancia documental, estas juderías son poco conocidas. Alcanzaron su esplendor hacia el siglo XV, cuando población de diversas comunidades de otros lugares de la geografía hispánica consiguieron llegar a esta zona de pueblos fortificados y de relativa paz frente a las persecuciones antijudías que se daban en el resto del reino castellano. Se sabe que hacia 1483, un buen número de judíos procedentes de las diócesis de Córdoba, Sevilla y Cádiz llegaron al norte de Extremadura y a los señoríos del sur de Ávila como los del Valle del Tiétar. A pesar de todo, en fechas próximas a la expulsión, se tiene constancia del elevado número de judíos que se convirtieron al cristianismo para no tener que salir de Castilla.




Las juderías documentadas del Valle del Tiétar son: La Adrada, Mombeltrán (Colmenar de Arenas), Arenas de San Pedro y Candeleda y en la cercana Sierra de San Vicente, límite natural entre el Valle del Tiétar y la zona de influencia de Toledo, Navarmorcuende. Tal fue el crecimiento de estas comunidades a lo largo del siglo que pudieron constituirse como aljamas, pechando por ejemplo La Adrada, perteneciente al obispado de Ávila, unos 1400 maravedíes hacia 1467 y entre 1489-1491 contribuía con Pajares y Castillo de Bayuela, incrementando su importancia, a juzgar por el aumento de sus contribuciones, desde su fundación hasta la expulsión de 1492.


Hay que decir que a diferencia de las comunidades al otro lado de la Sierra de Gredos, estas aljamas no llegaron a ser tan prósperas. Así se considera que la actividad predominante fue la viticultura y la apicultura, aunque también pudieron existir grupos importantes de artesanos como odreros, pellejeros, tintoreros, zapateros, tejedores, etc. No parece que actividades como las de la medicina o arrendadores de impuestos y prestamistas fuesen profesiones muy extendidas, aunque, considerando el total de la población, tampoco hay que descartarlas, así como el de algún cargo administrativo concejil. Todo indica que las comunidades y villas de esta zona sufrieron un fuerte impulso económico tras la protección dada por Enrique IV en 1464 a las actividades agrarias, ganaderas y mineras, así como a la reactivación de comercio lanar con la concesión de ferias y mercados, lo que contribuiría a un aumento del poder adquisitivo de esta comarca, y por tanto, un polo de atracción a la población judía que era expulsada o huía de otras zonas de la península 

No se conoce demasiado sobre el origen de La Adrada, aunque diversos vestigios de origen romanos como el puente Mocha sobre el Tiétar dan una clara idea de que la zona ya estaba habitada hacia el siglo II. También se especula en la actualidad si sobre el cerro donde hoy en día se sitúa el Castillo que vigila toda la villa hubo un asentamiento celta, ya que desde él se tiene un buen control de la zona alta del valle y del paso hacia el Alberche. 

El origen del topónimo de esta villa tampoco es claro, mientras hay autores que indican que se debe a alguna tribu bereber que se asentó aquí tras la invasión árabe, hay otros autores que opinan que el nombre de La Adrada es una derivación de una forma sincopada de “apartada” o “arredrada”. Otras teorías apuntan a que debe su nombre a uno de sus habitantes llamado Ad-Rada o provenir etimológicamente del árabe "dâr" (dar vueltas, circular) o "dáur" que significa turno o vez en el mismo sentido de "adra" o contribución que se reparte entre un vecindario para "adrar" o repartir las aguas de riego, haciendo alusión a la fértil vega de la zona. 

La población de La Adrada aparece mencionada ya hacia el siglo XIII, cuando hacia 1274 el concejo de Ávila le concede en precario, es decir reservándose una posible devolución, la inmensa dehesa de la Avellaneda para procurar un aliciente a la repoblación de la zona. Es hacia 1393 cuando su primer señor, López Dávalos, logra su secesión de Ávila, convirtiéndola en villa y capital de un extenso señorío. Es en este periodo cuando las tierras de la Adrada son repobladas al parecer por gentes oriundas de Galicia y Navarra.

El constante contacto comercial con poblaciones circundantes con comunidades judías asentadas como San Martín de Valdeiglesias, Ávila, Cadalso, Escalona, Navamorcuende, resultarían imprescindibles para un posterior asentamiento judío en la villa. La sanción por parte de sucesivos monarcas en hacer a los vecinos de la villa libres de pagar portazgo o peaje a sus mercancías, ganado, así como la celebración de mercados y de una feria de 15 días, animaron a comerciantes judíos a asentarse en esta zona. 

La propia determinación de las fechas de las ferias, romerías y fiestas se relaciona indudablemente con la posibilidad de intercambiar mercancías. Las ferías y mercados de noviembre coincide con la necesidad de colocar los excedentes de las cosechas y además se aprovechaba el paso de los pastores con el ganado trashumante en su bajada a los pastos cálidos de invierno, desde las áreas montañosas del norte. Además, es fecha favorable, tras la vendimia y la recolección de la castaña, de la que se haría en la feria transacciones elevadas, y no faltaría la actividad financiera de ciertos vecinos, sobre todo judíos. 


En La Adrada se tiene documentado el nombre de 17 judíos que en 1486 se dedicaban al tráfico comercial, eran carreteros, trajinantes y recueros (a cargo de recuas), transportando en ese año una gran cantidad de trigo y centeno para el abastecimiento de La Adrada. Estos comerciantes dominaron el intercambio comercial entre el norte de Ávila, zona cerealística, y el sur, dedicada a la ganadería y explotación forestal. De este modo, vendían trigo, cebada o paño en la cuenca del Tiétar, mientras compraban o cobraban sus préstamos en madera, vino y lana que posteriormente vendían en la ciudad o en los lugares del norte de Ávila.
Consta en crónicas de la villa que había un gran número de artesanos judíos tejedores de paños y lienzos, así como bataneros encargados de molinos a orillas del Tiétar.
Es en 1464 cuando la comunidad judía de La Adrada alcanza la categoría de aljama, lo que indica cierto poder económico e influencia sobre otras comunidades judías del entorno.


Aunque no está muy clara la situación de la judería, parece que esta se situó en el entorno del Camino de Piedralaves, calle que haría de vía principal de la aljama, así como en la calle Feria y aledaños.



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Bibliografía:

lunes, 23 de septiembre de 2013

Moshé Arragel y la Biblia de Alba

Aunque no se conoce muy bien el año de nacimiento, si se sabe que Moshé Arragel era oriundo de Guadalajara, por lo que le conoce como Moshé Arragel de Guadalfajara o Moisés Arragel de Guadalajara. Protegido de la familia de los Mendoza, se le considera como uno de los hombres de mayor conocimiento cultural de su momento, ya que conoció, y así se refleja en sus comentarios, tanto a escritores cristianos como San Jerónimo y San Bernardo, como las obras del judaísmo, desde el Talmud y los Midrashim hasta Maimónides o Ben Ezrá, y los clásicos de la antigüedad como Aristóteles, Euclides y Plinio el Naturalista. 


Hacia 1422 se estableció en la localidad toledana de Maqueda, donde realizaba las funciones de rabino de la comunidad, y fue allí donde el Maestre de la Orden de Calatrava, Luís González de Guzmán, en un intento de fomentar el entendimiento y la tolerancia entre cristianos y judíos patrocinaría la traducción, aunque no se trataría de la primera traducción de la Biblia a una lengua romance, como a veces se dice, ya que hoy se conocen al menos diez versiones anteriores al siglo XIII, pero si sería la traducción directa de la versión del hebreo, ya que contiene sólo los libros del llamado “Antiguo Testamento”, dispuestos, no según el orden de la Vulgata, sino según el canon judío.

Parece, y así cuentan las crónicas, que la envergadura y complejidad de este proyecto le produjo cierto temor, ya que al realizar la traducción advirtió de que intentaría no realizar proselitismo aunque la obra pudiera resultar atrevida para el cristiano, por no ajustarse al criterio imperante en esa época; por esta razón, la traducción siempre estaría supervisada por el franciscano Arias de Encina. Para su finalización, Moshé se traslada a Toledo, donde la pudo concluir hacia 1433. El códice está compuesto por 513 folios, de los cuales 25 son la correspondencia entre Luis Guzmán y Moshé Arragel, escrito a dos columnas, en letras del siglo XV, ilustrada con láminas, capitales, orlas y dibujos en colores y negro y con 334 miniaturas. 

La obra realizada por Moshé tiene fundamentalmente un enfoque racionalista y tiene interés no sólo literario y teológico, sino que es una de las pocas obras que al estar cumplimentada con interpretaciones y comentarios de sabios y teólogos tanto judíos como cristianos, destacando entre los primeros a Abraham ibn Ezra, Maimónides, Nahmánides o Nissim de Barcelona y opiniones de cabalistas, así como fábulas y cuentos. En varios pasajes de su obra pone de relieve su propia conciencia y orgullo nacional, pues según sus propias palabras los reyes de España solían honrar a los judíos de su país por sus cualidades y virtudes. Por ello los judíos españoles sobrepasan a los demás de la Diáspora

"en linaje, en rriqueza, en bondades, en sçiençia. E los reyes e señores de Castilla siempre fallaron que todo o lo mas que oy los judios auemos de glosa ssobre la ley e en las sus leyes e derechos e otras sçiençias fue fallado conpuesto por los sabios judios de Castilla, e por su doctrina oy sson regidos los judios en todos los reynos de la su trasmigraçion."

Y es que Arragel fue un gran defensor de la tradición judía hispánica, es decir, del sefardismo, y entre sus observaciones hay que destacar una cita en la que dice que “los comentarios de la Toráh, y las leyes y juicios y las otras disciplinas que nosotros, los judíos, poseemos hoy día, fueron todos, o casi todos, escritos por sabios judíos en Castilla”.

Arragel, tras el Edicto de Granada, se exilió a Portugal en 1492, donde falleció al año siguiente.


 

Una de las características más importantes de esta obra son sus ilustraciones, lo cual la diferencian de lo que hubiera sido una traducción más o menos fiel de la Torá, lo que no hubiera sido permitido por la ley mosaica; los artistas que hicieron las magníficas ilustraciones y decoraciones en la biblia parecen haber sido cristianos, aunque es más que probable que Arragel dirigiese el trabajo artístico, de modo que con frecuencia las ilustraciones contienen motivos e imágenes sacadas del Midrás y de la tradición interpretativa judía. Entre estas ilustraciones, podemos encontrar al mismísimo Moshé Arragel, que le representan ataviado con sus típicas vestiduras y llevando la insignia redonda amarilla que en ese momento debían llevar los judíos en sus ropas para poder ser fácilmente identificados.


No se sabe si el manuscrito, una vez concluido, llegó a entregarse al Maestre de Calatrava. Entre 1443, fecha de la muerte del Maestre Don Luis de Guzmán y 1482 el manuscrito que contenía el trabajo de Arragel no se menciona en el testamento del Maestre ni en el de su viuda o herederos. En 1474, según el historiador Ladero Quesada, el manuscrito se encontraba en el Alcázar de Segovia como parte del tesoro de Enrique IV. En 1480 pasa a la propiedad de Isabel la Católica, aunque en 1501 ya no se menciona en su patrimonio. Tras la expulsión de los judíos, el manuscrito es confiscado por la Inquisición, y no se vuelve a saber nada del códice, hasta que en 1624 cuando el Inquisidor General Andrés Pacheco, descendiente de Juan Pacheco, marqués de Villena, lo regala al Conde-Duque de Olivares. De ahí pasa por adquisición a la casa de Alba. Desde entonces, ésta obra es conocida como Biblia de la casa de Alba.

miércoles, 18 de septiembre de 2013

El Zohar

El Zohar (Sefer ha-Zonar) o Libro del Esplendor, es considerado el pilar doctrinal de la cabalá y una de las obras más importantes de la literatura mística judía, de hecho, algunos historiadores consideran a esta obra como la obra fundacional de la Cábala. Escrito por Moshé ben Sem Tob de León hacia el 1280, la tradición cabalística afirma que fue escrito en arameo por Rabi Shimon bar Yojai, rabino del S. II y que durante la persecución romana, según la leyenda judía, este Rabí se escondió en una cueva durante 13 años dedicandose al estudio de la Torá e inspirado por el profeta Elías escribió el Zohar. El propio Moshé  de León confirmó que se había basado en los escritos de Shimon bar Yojai, aunque sin poder llegar a demostrar esto. 


La obra actual, más que verlo como un solo libro, se debe entender como un grupo de varias obras que pueden dividirse en tres: el Zohar original, los "Senderos de la Torá" (Sitrei Torá) y el "Comentario Desaparecido" (haMidrash haNe’elam), y Re’ia Mehimana y “Arreglos” (Tikunim). Esta compilación básicamente analiza los textos bíblicos (los cinco libros de Moisés) para extraer de ellos su supuesto significado oculto, e incluyen comentarios sobre los aspectos místicos de la Tora e interpretaciones bíblicas y también material de teología, mística y psicología. Así mismo, define, como parte fundamental de su desarrollo, que el universo se reparte entre los imperios de la luz y de las tinieblas, cada uno de ellos compuesto por diez esferas (sefirot) que componen el árbol de la vida.


El Zohar se estructura como una conversación entre un grupo de amigos, eruditos y maestros espirituales donde se discute sobre la naturaleza de Dios y del hombre, el origen y estructura del universo, la naturaleza de las almas, el perdón o redención, sobre la relación entre luz y Oscuridad y sobre la relación del ego y el hombre con Dios.