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domingo, 28 de abril de 2013

La Aljama de Soria: El Museo Numantino

En la actualidad en el Monasterio de San Juan de Duero, sede de la Sección Medieval del Museo Numantino, que ya por sí sólo merece una visita obligatoria por tener uno de los claustros más sorprendentes y bellos de todo el románico castellano, se exponen varias piezas de la comunidad judía, no sólo de la ciudad, sino también de la provincia de Soria.




Entre ellas, se destaca la mitad de la lápida de la tumba de Abraham Satabi, de piedra arenisca, datada entre los siglos XIII al XIV y que procede del cementerio judío de Soria. Dicha lápida es similar a otros modelos de tumbas cristianas de la época, con planta trapezoidal y cuyo grosor va disminuyendo de la zona superior (cabeza) a la inferior (pies) por lo que las letras de inscripción que se lee van disminiyendo de tamaño del inicio al final de ésta.


Esta lápìda constituye una rareza por los elementos decorativos distintos en cada una de las caras y contiene una inscripción, en epigrafía hebraica-hispánica, donde se lee:

«En aquel momento la visión cesó […] / al morir un sabio, un
hombre […] / […] un rabí lleno de […] / […] Abraham Satabi».



Otras piezas que se exponen en esta sede del Museo Numantino proceden de la necrópolis del Cerro de los Judíos en Deza (Soria) frutos de la excavación que se llevó a cabo en 1933. Entre dichas piezas, datadas entre los siglos XII al XIII, se pueden resaltar varios anillos de plata decorados o con inscripciones y varios conjuntos de cuentas de collares.




 

martes, 29 de enero de 2013

La Judería de Sigüenza

Sigüenza se asienta en un cerro rodeado por el río Henares y varios arroyos, lo que unido a estar en la vía que unía Mérida con Zaragoza, al igual que otras villas como Hita, Jadraque o Medinaceli, la convirtieron en un lugar económica y estratégicamente importante. Ya se tiene constancia de la existencia de una población celtíbera llamada Segontia durante el S. III a.c, pues durante la invasión cartaginesa fue asediada. Más tarde, en el S. II a.c, durante Guerras Celtíberas es ocupada por los romanos, que establecieron en este lugar un importante centro militar y residencial.
Esta importancia en época romana no decayó durante el dominio visigodo, donde continuó su crecimiento económico y demográfico, convirtiéndose en sede episcopal. Bajo dominación musulmana se constituye la medina, con importantes remodelaciones del castillo. Tras la toma por parte de los cristianos, sería recuperada como sede episcopal y debido a su privilegiada ubicación la hizo tener un destacado papel defensivo.
El trazado medieval de la ciudad se ve influenciado tanto por la presencia musulmana como por ser sede episcopal. En 1121 Bernardo de Agén es investido obispo de Sigüenza por el arzobispo de Toledo Bernardo de Sedirac y hacia 1124, tras haber conquistado la ciudad, inicia las obras de la que sería la catedral, que obispos posteriores continuaron hasta que se finalizó en el siglo XVI, lo cual conferiría a la ciudad, la actual distribución.
La presencia de la población judía en Sigüenza está documentada en una concesión que da el rey en 1124 para realizar enterramientos en la “cuesta del huesario” cuando la ciudad es conquistada, lo que nos indica que los judíos ya habitaban Sigüenza bajo dominación musulmana. Esta necrópolis cuyo uso se extendió hasta 1492, fue redescubierta en el 1826, en el que se encontraron gran cantidad de esqueletos en sepulcros independientes.





Además, Alfonso VII concede al obispo la jurisdicción sobre la aljama, por lo que gran parte de los tributos irían a las arcas del clero y quedando desde este momento, hasta el año de la expulsión, la comunidad judía queda ligada y bajo la tutela del Obispo de la ciudad. Aun así, en el fuero de Sigüenza se especificaba que: "Todos los omes que moraren en Sigüenza, xristianos, arrianos et judios et moros todos ayan y fuero", indicando las obligaciones de cada uno de los credos que cohabitaban en la ciudad, además de la dispensa de fomentar la repoblación de la zona.



Es probable que durante la dominación musulmana, los judíos contaran con su propio barrio, separado de los musulmanes y de los mozárabes. Tras la conquista cristiana, y bajo la protección del señor de la villa, es decir, del Obispo de Sigüenza, la población hebrea goza de una relativa libertad y prosperidad, lo cual permitió una cierta dispersión de la población por la ciudad, desplazándose hacia los aledaños de la Catedral, pues era una zona más apta para el comercio. Según documentación existente en el archivo de la catedral, la convivencia entre judíos y cristianos fue buena hasta fines del siglo XV. Sin embargo, parece también documentarse que los judíos de la ciudad se concentraron en la zona alta de, junto al Castillo. 
En 1412 y tras una serie de disturbios promovidos por las predicaciones de San Vicente Ferrer que se extendieron por los diferentes reinos de la península, Juan II de Castilla ordenó la reclusión de la población hebrea en barrios separados físicamente del resto de la población, por lo que los judíos ocuparon esa zona que hoy en día se conoce como Barrio Judío o Barrio Nuevo. 
La Judería de Sigüenza tenía en su centro una sinagoga y ocupando el declive que protegía el Castillo y teniendo como límites el Portal Mayor y la Calle travesaña Baja. La Puerta de Hierro que hoy en día podemos observar, sirvió como puerta de paso entre la zona de la judería y el resto de la ciudad.


Ver La Judería de Sigüenza en un mapa más grande

El Barrio judío, rodeado por murallas, tuvo al “Portal Mayor” la entrada principal y daba paso, además, a la zona donde se realizaban los enterramiento, el “osario de los judíos” o como popularmente se conocía “cuesta del “cuesta del huesario”. 


Otras tres puertas, en lugar de una como indicaba la legislación, comunicaban al Barrio judío con el resto de la ciudad: "Herreros" o “Puerta de Hierro”, "Medina" (quemada en el siglo XVI y actual Puerta Nueva) y "Arquillo de San Juan". 



Además, la zona era mucho más favorable para el comercio, de modo que su comunidad creció prósperamente. Compartían el barrio con los Musulmanes, cuyo número había disminuido tan drásticamente que no alcanzaban para constituir por sí mismos un barrio, estando restringidos a una sóla calle, la de los Herreros.

   

En la Sigüenza medieval, la Puerta de Hierro fue la entrada principal de la ciudad. Entre el espacio comprendido entre la muralla del siglo XII que albergaba esta puerta y la muralla del siglo XV donde se encuentra el Portal Mayor, se situó la judería. Esta zona, fue el lugar donde se instalaron artesanos y comerciantes de Sigüenza. La Puerta del Hierro al ser una de las entradas principales es donde se cobraba el impuesto de entrada de las mercancías dentro del recinto amurallado para la venta de productos en el mercado semanal. La Plaza del Hierro (donde se ubica la puerta del mismo nombre) era conocida antiguamente como Plaza del Trigo y durante la edad media fue zona de mercado.

     

El Arquillo de San Juan o Puerta de la Travesaña Baja, abierto en el siglo XIII en una de las torres de la muralla, permitió la comunicación entre el barrio de la Judería, ubicada entonces en la calle Travesaña Baja, y la Morería, cuyo centro, como hemos dicho era la Calle Herreros. Dicho arco tiene en su interior hay un balconcillo corrido del siglo XVIII con la imagen de la Vírgen del Carmen.
Hoy en dia se mantiene la huella judía en el callejero de Sigüenza; la calle de la Sinagoga, anteriormente llamada Calle de Judes, nos indica claramente donde se situó la llamada Sinagoga Nueva, aquella que la comunidad construyó tras su traslado a la judería.



Según describió Francisco Cantera en su libro "Sinagogas Españolas", la Sinagoga Nueva se correspondería al número 8 de esta calle, en el que todavía se puede apreciar un arco de medio punto, pero no los huecos de dos las ventanas que él mencionaba. También la documentación archivada en la catedral especifica que el antiguo templo judío se ubicaba en la calle de San Vicente, por tanto, en el mismo sector donde hoy encontramos la calle de la Sinagoga. En este lugar se estableció posteriormente a 1492 una iglesia, aunque posteriormente se transformó en viviendas, tal como han recogido las crónicas, diviéndose el edificio en tres.

    
 
También en la misma orden de 1412 de Juan II, se ordenaba limitar el número de templos judíos que la comunidad hebrea podía tener en una ciudad a uno sólo, por lo que parece que una de las posible Sinagogas, de las dos con las que contó la comunidad, se vendió a la cofradía de San Juan Bautista, que aunque no se conservan registros sobre esta transacción. Crónicas posteriores, relacionaron a este edificio con actividades judaizantes.

    

Parece que tuvo tanta importancia la comunidad judía de Sigüenza, que en las crónicas de aquel momento era conocido que el cardenal Francisco Jiménez deCisneros (1436 - 1517), aprendió el hebreo de un judío seguntino durante su estancia en la ciudad.
"Tan aficionado como esto era de las letras y de hacer fundaciones, si bien a la Sagrada Escritura era toda su inclinación, pues como otro Jerónimo, empezó a aprender la lengua Hebrea y Caldea de un judío de esta ciudad (Sigüenza) para entenderla perfectamente y fueron tan buenos estos principios, que se valió mucho de ellos en el trabajo de la Biblia Complutense " Jiménez de Cisneros, descrito por Pedro Quintanilla (1653).


En los repartimientos del «servicio y medio servicio» de los judíos de Castilla de 1484, 1485,1490 y 1491, la población aportó entre 1000 a 1500 maravedíes, por lo que tuvo suficiente población y era lo suficientemente importante como para adquirir la categoría de aljama. Es cierto que parte de los hebreos se dedicaban a la agricultura, pero se sabe que los judíos tenían en esa ciudad importante negocios de explotación de salinas, como en la vecina Medinaceli. Cabe señalar que en 1490, cuando la comunidad había perdido gran parte de su prosperidad, aún pudo reunir la considerable suma de 204.464 maravedíes por el rescate de los judíos de Málaga, que había sido conquistada por los Reyes Católicos.

Luego, después de la Expulsión, el barrio fue repartido entre los poderosos, y se sabe que el cardenal Mendoza donó la antigua sinagoga a un pariente suyo, don Pedro Lasso de Mendoza, que en 1494 la ofrecía en venta por veinte mil reales.
El 15 de febrero de 1496 el Cabildo manda “se dé al señor Pero Laso parte de los maravedíes que se le han de dar de la venta de la sinoga”.

Bibliografía:
[1] Francisco Cantera "Sinagogas españolas", Madrid 1955
[2] Francisco Cantera y Carlos Carrete "Las juderías medievales en la provincia de Guadalajara", Madrid 1975
[3] Francisco Javier Dávara Rodríguez "La judería medieval seguntina", Anales Seguntinos, Vol. I, n. 2, Sigüenza 1985
[4] Marcos Nieto "Las sinagogas de Sigüenza", Madrid 1998
[5] Jose Antonio Gómez Gordo "Sigüenza. Historia. Arte. Folkore", Sigüenza 1978
[6] José Luis Lacave "Juderías y sinagogas españolas", Madrid 1992
[7] Javier Castaño González "Las comunidades judías en el obispado de Sigüenza en la Baja Edad Media: transformación y disgregación del Judaísmo en Castilla a fines del Medievo", Tesis Doctoral, Universidad Complutense de Madrid, 1994

lunes, 12 de marzo de 2012

La Judería de Segovia: La Necrópolis judía de "El Pinarillo"

Volviendo por la calle del Socorro hacia el Arco de San Andrés, vamos camino del último punto de interés en el itinerario propuesto para la visita de la Judería de Segovia. Salimos fuera del recinto amurallado y seguimos por la calle de San Valentín o cuesta de la Hontanilla, la que en la bifurcación sale a la derecha, para ir bajando hasta que la fila de casas se termina, donde observamos como se nos abre el valle del Clamores y se nos invita a seguir por una serie de rampas y escaleras hacia el fondo del valle. En el caso de seguir bajando por la calle de San Valentín, llegaríamos al Barrio de San Millán (Antigua morería), y cruzaríamos el Clamores a través del puente del “Sancti Spiritu”, por donde podríamos alcanzar nuestro destino siguiendo la carretera hacia la derecha, pero esta última opción no es aconsejable al carecer de vía y espacio suficiente para los peatones.




Si optamos por la primera opción, iremos bajando por el camino habilitado recorriendo el mismo camino que hacían los cortejos fúnebres, atravesando el espacio natural restaurado y destinado para el disfrute de los ciudadanos donde, antes había pequeñas huertas, y cruzaremos por el llamado puente de 'La estrella', para seguir de nuevo, esta vez por un camino ascendente hacia el otro lado del valle. Para llegar hasta el "El Pinarillo", un lugar de repoblación del Siglo XIX con pinos piñoneros, se salva la carretera o Cuesta de los Hoyos con un túnel peatonal que nos deja a la entrada misma del cementerio donde una placa nos sirve de guía y explicación de esta zona. 




El “Pinarillo”, “Peñas del fonsario de los Judíos” o como se denominaba hasta el 1857 “Prado Santo”, a pesar de abandonarse hace más de cinco siglos, se ha habilitado para fines turísticos y de estudio, siendo hoy día un parque público de visita libre. Debido a la ausencia de losas, lápidas o ladrillos funerarios, con restos epigráficos relacionados con la necrópolis y de otro tipo de detalles, debido a la sobriedad de los enterramientos del pueblo judío, ha sido difícil datarlo cronológicamente, aunque si que se puede asegurar que su uso fue abandonado tras la expulsión en el siglo XV. 



Tras varias campañas de excavación sólo se han localizado clavos de hierro con fragmentos de madera, algunas monedas, una de ellas un dinero de vellón emitido por Alfonso VIII entre 1170 y 1212; tres zarcillos de plata, uno de ellos con una pieza esférica de bronce y restos cerámicos, sin embargo, poco esclarecedores para la datación de la necrópolis. No se ha podido detectar ningún resto del muro que normalmente cerraba el espacio del cementerio ni de la pequeña construcción que habitualmente se localizaba a la entrada y que era utilizada para algunas acciones propias del rito mortuorio.

La antigua comunidad judía, a la hora de realizar los enterramientos, aprovechó el suelo de roca caliza de esta ribera del Clamores para realizar dos tipos de sepulcros, uno aprovechando cuevas y huecos en la misma roca, ampliadas y acondicionadas en muchas ocasiones con corredor de acceso (Hipogeos) y con la altura necesaria para que una persona pueda estar de pie en su interior (altura máxima, 160 m), y el segundo a fosas antropomorfas excavadas en la superfice de la roca. Hasta el momento se han contabilizado hasta 26.

En las fosas antropomorfas, de los que se conocen hasta 50, se encontraron esqueletos intactos, en posición supina o boca arriba mirando a oriente, con la cabeza mirando hacia Jerusalén, cabeza al oeste y pies al este, con un hueco para la cabeza y hombros del cadáver y otro para el cuerpo o simplemente un hueco trapezoidal o de bañera para todo el cuerpo.

La ubicación de esta necrópolis en el Pinarillo se debe a la exigencia en el Talmud de que los sepelios se realicen en tierra virgen extramuros de los núcleos de población, frente a la costumbre cristiana de aquella época del enterramiento en las iglesias. La obligación de enterrar a los muertos en la tierra tiene su origen en el Génesis (Gn 3:19) “Pues polvo eres y al polvo volverás”.

El análisis antropológico de los restos exhumados, aunque poco numerosos para poder establecer conclusiones fiables, ofrece interesantes datos: un número importante de los individuos estudiados presentan edades muy tempranas, lo que parece reflejar una elevada mortandad infantil. De los individuos adultos, varios presentan una considerable robustez, fundamentalmente en los miembros superiores, quizá relacionados con actividades en las que se requería un importante esfuerzo físico. En cuanto a las estimaciones de estatura, ofrecen resultados entre 1,60 m y 1,75 m en los varones y entre 1,50 m y 1,70 en las mujeres, considerados altos en el marco de las poblaciones medievales.

Desde el Pinarillo podemos disfrutar para finalizar la visita a la Judería de Segovia de las vistas de la muralla y del caserío de todo el recinto amurallado. 




La antigua comunidad judía, a la hora de realizar los enterramientos, aprovechó el suelo de roca caliza de esta ribera del Clamores para realizar dos tipos de sepulcros, uno aprovechando cuevas y huecos en la misma roca, ampliadas y acondicionadas en muchas ocasiones con corredor de acceso (Hipogeos) y con la altura necesaria para que una persona pueda estar de pie en su interior (altura máxima, 1'60m), y el segundo a fosas antropomorfas excavadas en la superfice de la roca. Hasta el momento se han contabilizado hasta 26.




En las fosas antropomorfas, de los que se conocen hasta 50, se encontraron esqueletos intactos, en posición supina o boca arriba mirando a oriente, con la cabeza mirando hacia Jerusalén, cabeza al oeste y pies al este, con un hueco para la cabeza y hombros del cadáver y otro para el cuerpo o simplemente un hueco trapezoidal o de bañera para todo el cuerpo.



La ubicación de esta necrópolis en "El Pinarillo" se debe a la exigencia en el Talmud de que los sepelios se realicen en tierra virgen extramuros de los núcleos de población, frente a la costumbre cristiana de aquella época del enterramiento en las iglesias. La obligación de enterrar a los muertos en la tierra tiene su origen en el Génesis (Gn 3:19) “Pues polvo eres y al polvo volverás”.

El análisis antropológico de los restos exhumados, aunque poco numerosos para poder establecer conclusiones fiables, ofrecen interesantes datos: un número importante de los individuos hallados presentaban edades muy tempranas, lo que parece reflejar una elevada mortandad infantil. De los individuos adultos, varios presentan una considerable robustez, fundamentalmente en los miembros superiores, quizá relacionados con actividades en las que se requería un importante esfuerzo físico. En cuanto a las estimaciones de estatura, ofrecen resultados entre 1,60 m y 1,75 m en los varones y entre 1,50 m y 1,70 en las mujeres, considerados altos en el marco de las poblaciones medievales.


Desde el Pinarillo podemos disfrutar para finalizar la visita a la Judería de Segovia de las vistas de la muralla y del caserío de todo el recinto amurallado.