Mostrando entradas con la etiqueta Expulsión. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Expulsión. Mostrar todas las entradas

sábado, 19 de octubre de 2013

Juderías del Valle del Tiétar (V): Candeleda

La villa de Candeleda puede presumir sin duda de tener la judería más estudiada y documentada de todas las del Valle del Tiétar. Esto puede deberse quizás a estar la localidad próxima a otras mayores como Hervás o Béjar y por ser la puerta de entrada sur de la comarca.

Los restos de la primera ocupación humana del Valle del Tiétar se hacen muy patentes en esta localidad, ya que en zonas como el Risco de la Zorrera se han hallado pinturas rupestres. Durante el período prerromano la zona estuvo habitada por los vetones, ocupando zonas altas cerca de los cauces fluviales. El yacimiento arqueológico del Castro del Raso, un importante poblado vetón, confirma este hecho. 


Sin embargo, parece ser que el definitivo asentamiento humano en la actual Candeleda llegaría con los romanos. De hecho, la teoría más aceptada sobre el origen del nombre de la localidad es la composición de una de las acepciones de Candela, flor de los castaños, alcornoques o encinas presentes en el municipio, con el sufijo “etum”, que denota abundancia, con clara alusión a que ya en esta época la zona era rica en árboles frutales y a una de las fuentes de riqueza de la zona, la explotación forestal. Tras la dominación romana, los visigodos se establecieron en la zona del Valle del Tiétar  dejando en la villa restos como la ermita de Postoloboso.

No parece, sin embargo que durante la dominación musulmana, el Valle del Tiétar y Candeleda fuesen un lugar muy poblado. Hasta la conquista de Toledo en 1085, el Valle del Tiétar perteneció a la Marca Media de Al-Andalus, conformando las sierras de Gredos y Guadarrama su frontera natural. Esta tierra fronteriza y escasamente poblada, no se mantuvo, sin embargo, ajena a saqueos y razzias por ambas partes enfrentadas, cristianos y musulmanes.

El avance cristiano hacia al sur provocó la repoblación de la zona y la fundación de la mayoría de las localidades actuales del Valle del Tiétar  dependientes de la jurisdicción de Ávila. Es hacia 1271 cuando se tienen pruebas de la aparición de un núcleo de población en la actual Candeleda. Es en 1393 cuando Enrique III, como en otros casos mencionados como Arenas de Ferréiras (Arenas de San Pedro), Colmenar de Arenas (Mombeltrán) o La Adrada, son segregadas del Alfoz de Ávila y entregadas al señorío de Ruy López Dávalos.


La concesión a Candeleda del título de Villa el 14 de Octubre de 1393 por parte de Enrique III provocaron un aumento de la población durante los siglos XIII y XIV. Coincidiendo con esta repoblación, llegarían a la villa los primeras comunidades judías. No obstante, los ataques sufridos a finales del siglo XIV por los judíos en algunas de las aljamas más importantes del sur del reino Castellano (como las de Sevilla, Córdoba o Toledo), provocarían que muchos judíos se refugiaran en estas villas al cobijo de los grandes señores feudales. Por esto, la judería de Candeleda, al igual que otros pueblos del Valle del Tiétar, alcanzó su mayor esplendor durante el periodo comprendido entre mediados y finales del s. XV. Esto también puede demostrarse a través de las contribuciones que los judíos de Candeleda tributaron, ya que desde los 450 castellanos (1 castellano igual a 485 maravedís) en 1464 pasaron a pechar hasta 3.196 castellanos en 1490.

Parece que en un principio, y por cercanía, la pequeña judería de Candeleda, dependió de la de Oropesa a efectos de pagos de impuestos, pues consta que en 1474 dicha población contribuyó sin los judíos de Candeleda, lo cual da a entender que con anterioridad si lo había hecho y que posteriormente se constituyó en aljama independiente, o bien que luego pasara a depender de la mayor del Valle del Tiétar, la de Colmenar de Arenas (Mombeltrán).

La producción agrícola, fundamentalmente árboles frutales, olivo, vid, fue una de las fuentes de riqueza de los judíos, tal como quedó documentado en 1492 cuando los judíos propietarios de viñas en Candeleda, así como de olivares y diversas especies de cítricos, debieron vender su propiedades. También se dedicaron a las explotaciones forestal y lanar, y a una industria muy importante en la zona como era la apicultura. De hecho, esta actividad está probada a través de un documento en el que se nombra que el judío Salomón Pilaz era dueño de 100 colmenas y una majada en Candeleda para la obtención de cera y miel. 

Los judíos ocuparían profesiones como la de lañadores, cesteros, tejedores, guarnicioneros y tenderos. También ocuparían puestos como recaudadores de impuestos, como los de cobrar los derechos de montazgo del Puerto de Candeleda y del cobro de las rentas de los señores feudales del Valle de Tietar. El citado Salomón Pilaz, junto con otros judíos, cobraba las alcabalas y otros derechos del Conde de Miranda en Candeleda. En los anales está recogido que la labor la llevó a cabo junto con el el después converso Fernand Núñez de Oropesa. En una ocasión, parece que ll importe total a recaudar ascendía a 130.000 maravedís, por lo que para llegar a tal fin hicieron que muchos vendieran sus casas, viñas y huertas, llegando a alcanzar la cantidad de 200.000 maravedís e incluso más. Ante tal exceso, parece que Salomón Pilaz tomó la decisión que en lugar de entregar la totalidad al conde, quedarse con una parte, unos 25.000 maravedís, y huir a Portugal. El conde para resarcirse de ello encarceló a Fernand Núñez de Oropesa en Candeleda y a su mujer la encerró. Fernand Núñez de Oropesa, creyó que siendo bautizado alcanzaría el perdón del Conde, pero cuatro años después, seguía preso en la cárcel de Candeleda.


Está documentado el caso del judío Isaque Caba, recaudador de alcábalas, en 1478 que fue llevado a pleito por el judío Jaco Abelia, vecino de Jaraiz y también recaudador en  la zona del Campo Arañuelo, acusándole de quebrantamiento de compromiso e insultos. Para solucionar el pleito, se propuso como mediadores a otros dos judíos, pero la mediación nunca llegó a producirse porque el judío de Jaraiz huyó a Portugal.
En el año siguiente existe también documentado el pleito iniciado por el procurador fiscal contra Rabí Sento, vecino de Avila, por el cobro excesivo a pastores y ganaderos del tributo por cruzar el Puerto de Candeleda. 

La judería de Candeleda tuvo una extensión bastante reducida. Su ubicación se limitó a lo que actualmente es la plaza del Herreñal y las calles que la delimitan, una configuración que parece estar diseñada para el desarrollo interno de la comunidad y el aislamiento. De esta plaza parten seis calles de manera radial: de la Rosa, de la Luna, del Sol (cambiada posteriormente por el de calle del Hospital), de la Fortuna, de la Moneda y de la Plata, haciendo alusión estas últimas a los comerciantes, prestamistas, banqueros y plateros que tenían sus negocios en estas calles. También parte de dicha plaza la calle de Talavera, llamada así porque desde aquí partía el antiguo camino a  esa localidad, y con la que los judíos de Candeleda mantuvieron estrechas relaciones sociales y comerciales con los judíos de Talavera.


Las calles que rodean el perímetro de las manzanas que forman la plaza del Herreñal son las calles de la Concepción, del Clavel, de la Azucena y de la Amargura. Donde parece que también habitaron, o al menos tuvieron comercios, los judíos.


Ver La Judería de Candeleda en un mapa más grande

En el actual número 14 de la calle de la Amargura se encuentra la Casa de la Judería, antigua Casa de la Inquisición y que por lo que cuenta la tradición dio nombre a la calle porque el camino que debieron recorrer los judíos camino del exilio o los conversos camino del Santo Oficio era amargo.  




La Casa de la Judería, reconvertida en centro cultura, ha respetado la disposición interna de una típica casa de la zona, y celebra en la actualidad exposiciones de artistas de la localidad, así como venta al público de especialidades culinarias típicas de la zona. Sin embargo, no espere de este lugar un centro de interpretación y exposición de la antigua judería de Candeleda.


Parece que la protección que los señores de Candeleda tuvieron sobre los judíos, y el ambiente antijudío que existió en Castilla durante toda la baja edad media, provocaron seguramente más de un episodio de violencia contra éstos. Sin embargo, sólo se tiene constancia documentada de un hecho contra los judíos. Y es que, como cuentan las crónicas, en 1479 Pedro Manrique apresó a Abraham Arauso que acababa de tomar posesión en nombre de los Reyes Católicos de la villa de Puebla de Naciados (Cáceres). y los expuso en la picota de Candeleda para quemarlo. Sin embargo, esto no llegó a producirse por el rescate de 30.000 maravedís que las aljamas judías de varias zonas del reino aportaron. Una vez liberado, Abraham Arauso reclamó justicia ante el Consejo Real  y la devolución del importe por su rescate para poder restituir a las aljamas el dinero.  Fueron los Reyes Católicos quienes obligaron a Pedro Manrique, ante su negativa, a la devolución de la cuantía.

La orden de expulsión impuso a los judíos de Candeleda, el abandono de sus hogares, que siguieron el mismo camino que los del resto del Valle del Tiétar hacia los puertos andaluces y de allí hacia Marruecos, o hacia Portugal. Está muy documentado el retorno de muchos judíos ya convertidos al cristianismo y las denuncias ante el Concejo Real para la devolución de sus bienes.

Bibliografía:

domingo, 6 de octubre de 2013

Juderías del Valle del Tiétar (III): Mombeltrán (Colmenar de Arenas)

Mombeltrán o Colmenar de Arenas como se denominaba antes de la derogación de los privilegios de la villa en 1728, es en la actualidad la localidad cabecera del llamado Barranco de las Cinco Villas y tuvo el privilegio de contar con la mayor población judía del Valle Tiétar abulense. 


Aunque se sabe que esta zona del valle del Tiétar estuvo habitado desde la Edad de Hierro por los vetones, en el Barranco no se han encontrado restos importantes. No es hasta época romana en la que se aprecian los primeros asentamientos cercanos a arroyos y promontorios.  No se tienen noticias de esta zona hasta que en el 1085 las tropas cristianas conquistan la ciudad de Toledo y la frontera entre los reinos de Taifas y los reinos castellanos está ya por debajo de la marca del Tajo. La zona de Gredos, y en especial el valle del Tiétar y el Barranco, se convierte en un lugar donde se sucederían batallas y escaramuzas entre un bando y otro. 
Cuando en 1181 Alfonso VIII lleva los límites del concejo de Ávila hasta más allá de los cauces del Alberche y el Tiétar y deja la zona del Barranco finalmente bajo el dominio cristiano, se produce la repoblación de la zona, en la que probablemente empieza a asentarse los primero judíos.

Parece que en 1210 ya se recoge en un documento el nombre del Colmenar, en el que se da prueba de la existencia de un núcleo de población, con una cierta organización del territorio señorial y en el que parece sugerirse que llevaba años poblado. Finalmente, la zona, y en especial Colmenar de Arenes, adquieren importancia a partir de la segunda mitad del siglo XIII y durante todo el siglo XIV, gracias al desarrollo de la trashumancia, ya que esta zona es un lugar de paso obligado que comunica las dehesas de Extremadura y La Mancha y las sierras del norte. 
Precisamente son los ingresos del impuesto de montazgo, el tributo pagado por el paso del ganado, los que despertarán el interés de la nobleza castellana por estos territorios, lo que impulsará la concesión de las cartas de villazgo o privilegio de villa y la independencia del concejo de Ávila de aldeas como El Colmenar.
Por estas razones, en 1393 Enrique III concede el privilegio de villas a las aldeas de Candeleda, Arenas y La Adrada, y a Mombeltrán se le concede una feria y mercado para “que se pueble y haga mejor”


Mientras que a los demás pueblos se les deja libre la elección del día de la celebración, a Mombeltrán se le fija en sábado, por lo que por ser de descanso religioso la comunidad judía, estos no acudían a comerciar. No es hasta 1465 cuando el mercado es trasladado por orden de Enrique IV y se otorga “un mercado franco cada jueves, quizás por el importante peso en la economía local que tenía la comunidad hebrea.

Al ser entregada en 1461 la villa a Don Beltrán de la Cueva, el rey la otorga “con todos los vasallos así cristianos como moros e judíos que agora ahí viven e moran e vivieren moraren de aquí en adelante en dicha villa de Colmenar e su tierra”. Con el señorío y protección de Don Beltrán de la Cueva la judería aumenta notablemente, según se concluye por el aumento de los repartimientos tributados por la comunidad judía hasta la fecha de la expulsión.  


Ver La Judería de Mombeltrán en un mapa más grande  

En 1464 a la judería de Colmenar de Arenas se la concede el título de aljama, lo que pone en relieve su importancia e influencia económica en la zona. Desgraciadamente hasta el día de hoy no hay noticias de en donde se pudieron localizar donde estuvieron lugares importantes para la comunidad judía como su sinagoga o su carnicería. En 1474 se iguala con La Adrada en población y tributos, superándola rápidamente hasta 1492.
Según la tradición popular, pues no hay documentación que lo acredite, el barrio judío se situó en torno a la Plaza de la Corredera, con el fin de aprovechar el mercado que allí se celebraba. En Mombeltrán los judíos negociaron con paños y sedas. Además, se ocupaban del cobro de derechos reales. En 1476 se conoce por documentos de la villa que estaban encargados de cobrar el arancel del paso de mercancías por el pueblo dos cristianos junto con el judío Yuça Mamón. También se encargaban de cobrar el portazgo del puerto del Pico y el montazgo de Ramacastañas, muy rentables y deseados por encontrarse en cañada real.
Asimismo se dedicaron al cultivo del viñedo como lo demuestran los bienes que se ven obligados a enajenar en los días de la marcha, como viñas y bodegas, y también por el documento en el que se relata el suceso de condena de Symuel Fartalón en 1486, natural de Colmenar de Arenas, en el que se cita “una viña de los herederos de Salomó Peço”; en este documento Symuel Fartalón es acusado de haber dado muerte a un hombre en una viña suya y por la que finalmente se le declara inocente. En 1492 Yuçe Abeçan, morador de Mombeltrán, recoge la relación de sus propiedades para su entrega al reino vendiendo a Juan de Rebelte una viña en el término de las Falegas.


También es curioso el documento fechado en 1448 en el extraño nombre de un vecino de Colmenar y con el cargo de “Lugar del Maestre”, Pedro González Abenhiben, daba poder al bachiller Ruy López Beato, vecino de Ávila, para que cobrase ciertas deudas en su nombre, lo que prueba el amplio radio de acción de la actuación de los prestamistas de esta villa.

Con el edicto de expulsión, parece que la comunidad judía de Colmenar de Arenas se embarca en su mayoría camino de Marruecos atravesando Andalucía, aunque también consta que alguno se fue a Portugal. Un documento de Cuéllar cita los maravedíes que correspondieron al duque de Alburquerque, confiscados a los herejes de Mombeltrán hasta 1496, cuyo monto ascendió a 179.223 mrs.
En el archivo de Mombeltrán queda la cédula y órdenes de la expulsión y el proceso para saldar las deudas antes de marchar. Por real cédula de 14 de octubre de 1494 le eran concedidos al duque de Alburquerque los bienes que dejaron los judíos expulsados.

Bibliografía:

martes, 7 de mayo de 2013

La Hagadá de Sarajevo

La Hagadá (de la raíz hebrea “HGD”, que significa narración) es un texto utilizado para los servicios de la noche de Pésaj que recoge bendiciones, cánticos y la historia de la liberación y salida del pueblo de Israel de Egipto de acuerdo a lo que se describe en el Libro del Éxodo. En realidad, no existe una única versión del texto, sino que estas varían de una rama a otra del judaísmo y su origen goegráfico. Durante la edad media, fueron producidas en forma de manuscritos, generalmente por encargo de familias ricas e ilustradas por artistas anónimos y escribas, en las que se incluían pinturas e ilustraciones de diversas escenas inspiradas en la Biblia.


En este caso, la Hagadá de Sarajevo, mostrada hoy en día en el Museo Nacional de Bosnia y Herzegovina en Sarajevo, es importante por ser uno de los manuscritos judíos más antiguos y más bellos, y por ser uno de los libros más valiosos de los que existen (en 1991 fue tasado en 700 millones de dólares).

Está fechada en torno a 1350, aunque los expertos no se ponen de acuerdo en su origen; Se ha barajado que pudo haberse redactado e ilustrado en Barcelona o en Tarragona debido al establecimiento en Cataluña de una importante escuela de ilustradores en torno a los Siglos XIII y XIV con obras sobresalientes como la Biblia de Cervera, la Hagadá de Auren, la Hagadá de Barcelona o la Hagadá Kaufmann. También se ha podido contemplar  que debido a la naturaleza de la materia prima sobre la que está escrita, pudiera haber sido realizada en el reino de Aragón o incluso Soria, donde el cabalista Sem-Tob ben Abraham ibn Gaón pudiera haber sido uno de sus autores.


En lo que si coinciden los expertos es que la obra fue realizada a finales del llamado período de la "Convivencia", en la que cristianos, musulmanes y judíos vivieron en relativa paz y tolerancia, marcada por la intensa interacción entre las tres culturas coexistentes y por una fase de transmisión del conocimiento antiguo y moderno del mundo islámico a la Europa cristiana. La decoración sefardí constituye una muestra de los muchos contactos culturales que se desarrollaron en la cultura ibérica medieval.

Esta Hagadá es considerada como uno de los máximos exponentes de los llamados manuscritos iluminados por contener un gran número de imágenes narrativas y figurativas y de rica decoración, donde se confirma no sólo la influencia del arte islámico en la ornamentación, sino que además refleja algunos motivos característicos del arte gótico como es de esperar a lo largo de los siglos XII al XIV.



Además, este tipo de manuscritos ilustrados son unas de las primeras actividades artísticas de la comunidad judía fuera de lo que hasta la edad media había estado restringida al ámbito de la decoración de las sinagogas y al embellecimiento de objetos utilizados en rituales como los de la celebración del shabat y de las festividades religiosas de las comunidades o dentro del ámbito familiar.

Los primeros elementos manuscritos ilustrados de arte judío aparecen principalmente en Alemania entre los siglos XI y XII por influencia de los libros góticos y más tarde en la península Ibérica e Italia a finales de los siglos XIII y principios del siglo XIV. Entre los elementos artísticos más sobresalientes de esta época, se encuentran las hagadot de Pésaj, las meguilot de Purim y de Sucot y las ketubot matrimoniales. Estas primeras obras ilustradas presentan la peculiaridad de que las figuras humanas contienen rostros en forma de animales, principalmente de aves, fundamentalmente por el temor a incurrir en idolatría en la representación de rostros humanos, basados en el segundo mandamiento.



Lo que si hay que resaltar es que a diferencia de la Biblia cristiana o la Torá, que se utilizaba con frecuencia durante la oración comunitaria, la Hagadá tiene un carácter privado, por lo que en general está diseñada en un pequeño formato, como se comprueba en esta Hagadá de Sarajevo y si bien durante siglos había permanecido unida al libro de oraciones, en algún momento del s. XIII se convierte en un volumen independiente. Muy poco tiempo después se erigió en el tipo de libro ideal para ser iluminado, motivo por el cual nos ha llegado una gran cantidad de haggadot decoradas en la edad Media y comienzos de la edad Moderna. El carácter narrativo, ceremonial y didáctico de este libro ha dado lugar a una gran variedad de tipos de ilustración hasta nuestros días.

La Hagadá se Sarajevo contiene entre sus páginas un emblema heráldico que se cree pudo pertenecer a una familia del call de Barcelona. En el escudo de este emblema aparecen una rosa y un ala, por lo que se especula que pudiera haber sido un encargo de las familias Shoshán (rosa en hebreo) y Elezar (Ala en hebreo) para un enlace nupcial entre ambas ricas familias barcelonesas.

Fue fabricada para caber en la palma de una mano, de modo que es una miniatura y está escrita a mano en piel de becerro aragonés blanqueada y con elementos de oro, cobre y con acabados en vivos colores como el rojo y el azul típico del gótico italiano, que fue predominante en el reino de Aragón durante la época de su elaboración. Consta de 142 páginas, de las que 34 páginas tienen ilustraciones de la Biblia, desde el génesis hasta la muerte de Moisés. Es curioso comprobar como algunas páginas tienen manchas de vino, lo que evidencia que esta hagadá se utilizó en muchos seder de pesaj


Es probable que la hagadá saliera de la península Ibérica entre finales del Siglo XIV y finales del siglo XV coincidiendo con los episodios de violencia que se produjeron a partir de 1391 y que continuaron a lo largo del siglo XV o bien tras el edicto de expulsión de la comunidad judía de los reinos de Castilla y Aragón en 1492. Tras esto, la Hagadá se pierde en la leyenda, hasta que vuelve a aparecer en Italia a principios del siglo XVII. La tradición cuenta que la Hagadá es trasladada a Portugal pero al instaurarse en 1497 la inquisición en Portugal, es enterrada para ocultarla y salvarla de las llamas de la inquisición y encontrada años después en las raíces de un olivo, vendiéndose a una familia judía que se la llevaría a Venecia sobre el 1609. Las notas en los márgenes de la Hagadá y la estampa del sello de autorización del Santo Oficio de la Inquisición, que contiene la firma del inquisidor Giovanni Domenico Vistorini, la salva de nuevo de ser pasto de la censura, verifican este episodio.

De Italia, la Hagadá pasó a Dubrovnic y finalmente a Sarajevo cuando esta formaba parte del Imperio Otomano, donde volvió a pasar a la comunidad sefaradí creada por exiliados en 1566. Nuevamente la Hagadá vivió un período de "Convivencia", esta vez bajo el tolerante sistema de los turcos hacia las minorías. Allí pasaría a ser conocida por la comunidad sefardí como la “Hagadá de Sarai de Bosnia". 


En 1894 el libro es vendido por Josef Cohén al Museo de Bosnia por la cantidad de 15 florintos, y el Museo la envía a Viena para su restauración y estudio por expertos para ratificar su autenticidad, pero parece que allí es donde sufre más daños, hasta el punto de que sus ribetes de oro y plata son robados. Durante 20 años la Hagadá permanece en paradero desconocido, hasta que el mismo director del Museo Bosnio se preocupa por este tesoro y la recupera tras un viaje a Austria.

La Hagadá permanece guardada en el museo hasta comienzos de la segunda guerra mundial. El ejército nazi ocupa Sarajevo en abril de 1941, y bajo la ocupación del general alemán Johan Hans Fortner, entre 12.000 y 15.000 judíos de la comunidad bosnia son asesinados. Este mismo general pide al director del museo, Jozo Patricevic, que le entregue la Hagadá, pero este le informa que ya había sido entregada a otro general que había ordenado su incautación. En realidad Devis Korkut, un bibliotecario musulmán de origen albano-bosnio, conocedor de la valía de este manuscrito, decide llevarse la Hagadá a las montañas en las afueras de la ciudad, y entregarla a un clérigo musulmán de una mezquita de Zenica donde la esconde bajo las tablas del suelo de este edificio con otros libros sagrados, lugar en el que los nazis posiblemente nunca pensaran encontrar un libro judío.

La historia de Dervis Korkut, quien salvó el libro de los nazis, fue relatada en un reportaje de Geraldine Brooks en la revista The New Yorker que le hizo merecer el premio Pullitzer en 2006, y más tarde escribiría una novela sobre este tema: “Los Guardianes del Libro” (People of the Book). El artículo también expone la historia de la joven judía, Mira Papo, quien Korkut y su mujer se escondieron de los nazis. En un giro del destino, Mira Papo haría lo mismo con la hija de Korkut durante la guerra de los Balcanes en la década de 1990. ”Yad va shem” designó a Dervis Korkut como “Justo entre las naciones”. 



La Hagadá fue devuelta al Museo donde permaneció durante los años del gobierno del mariscal Tito. El mariscal serbio con el fin de vengarse de todos los funcionarios y empleados públicos bosnios y croatas que colaboraron con el régimen nazi, apresa entre otro a Dervis Korkut y los condena a muerta con la acusación de colaboración con el enemigo. La familia de Korkut logra localizar a Mira Papo para que testificara a su favor, pero esta se niega a hacerlo. En 1969, Dervis Korkut muere por causas naturales en una presión yugoeslava. 

Entre 1992 y 1995 una nueva guerra en los Balcanes enfrentó a bosnios y serbios,. Y el Museo es saqueado, pero el manuscrito de la Hagadá sobrevive gracias a que los delincuentes no le dan demasiado valor. Durante el bombardeo de Sarajevo por tropas Serbias, durante la cual el Museo Nacional de Sarajevo estuvo en la línea de fuego, otro musulmán, el profesor Enver Imamovic, saca la Hagadá del Museo y la guarda en la caja acorazada del Banco Nacional de Sarajevo. Terminada la guerra, la Hagadá no es mostrada en el Museo, con el consiguiente rumor de que había sido vendida para comprar armas. Para acallar dichos rumores, el presidente de Bosnia la presenta en público en 1995 durante la conmemoración de la Pascua.

En 2001 es restaurado gracias a una campaña financiada por la ONU con un coste de unos 120.000 dólares y desde 2002 se encuentra expuesto en el Museo Nacional de Bosnia Herzegovina junto a otros documentos valiosos del Islam, el cristianismo ortodoxo y del catolicismo romano. 



La Hagadá se encuentra hoy dia nuevamente en el museo de Sarajevo bajo estrictas medidas de seguridad tras sufrir los golpes de la expulsión, la Inquisición, el Holocausto y las guerras. Sin lugar a dudas, la Hagadá es uno de los tesoros del legado artístico, cultural y espiritual del judaísmo en general y de los sefardíes en particular.

martes, 26 de febrero de 2013

La Aljama de Caracena

Hoy Caracena, la que antaño fue villa principal de la tierra de su mismo nombre (cabeza de más de una veintena de aldeas), se encuentra semiabandonada, aunque aún se pueden percibir los abundantes signos de su esplendor medieval, como son sus dos iglesias (de San Pedro y de Santa María o Virgen del Casado), la cárcel, la plaza mayor, su trazado urbano o su Castillo


La zona de la Villa de Caracena, entre dos barrancos, el del río Caracena y el Adante, formados durante miles de años en estas agrestes tierras, fue habitada desde al menos la edad de bronce (1500-1200 a.c.), como lo atestigua el yacimiento de Los Tolmos, el más representativo de la provincia de Soria. 




En él se descubrieron tumbas antropomórficas rupestres, sepulturas en hoyos de inhumación y objetos como hachas, puntas de flecha o fragmentos de cerámica campaniforme. También estas tierras fueron escenario de las guerras celtíberas, donde los arévacos se enfrentaron a las legiones del cónsul Pompeyo en 141 a.c. No hay, sin embargo, constancia de asentamiento alguno durante la dominación romana, aunque como enclave en el camino entre Tiermes y Uxama, pudo haber tenido cierta importancia para el control de la vía.

La importancia de Caracena llegaría, como el resto de tierras sorianas, por encontrarse durante los siglos X y XI en la marca fronteriza entre los reinos cristianos y los musulmanes. Es durante estos siglos cuando se construye su castillo. En sus inmediaciones tendría lugar una de las más cruentas batallas entre musulmanes y cristianos, la batalla de Alhandega, en la que una emboscada en los cañones y barrancos de la sierra de Pela, de los ejércitos cristianos a los de Abderramán, darían la victoria a estos primeros y causaría una gran pérdida al califato de Córdoba.

Durante el siglo XI y alejada ya la frontera hacia el Tajo, se concedieron fueros reales y determinados privilegios a aquellas gentes que acudieran a poblar la zona de las Comunidades de Villa y Tierra de la Extremadura Castellana, entre las que se encontraba  Caracena. 



Tanto Fernando I de León como su hijo Alfonso VI, consideraron Caracena como una plaza prioritaria de repoblación. Surge así la Comunidad de Villa y Tierra de Caracena. En 1113 ya estaba totalmente estructurada y según el censo del año 1594, la villa estaba constituida por diecinueve pueblos o aldeas y trece despoblados.

A finales del siglo XIV es entregada a la familia Tovar, que la mantiene en su poder hasta la guerra de sucesión de finales del siglo XV. Los Reyes Católicos confiscarían la villa y la entregarían junto con sus aldeas a Alfonso Carrillo de Acuña II, sobrino del famoso arzobispo de Toledo. Una de las primeras medidas de Carrillo será reconstruir el castillo de Caracena. 




La presencia judía en Caracena no se hace patente hasta bien entrado el siglo XV, donde se aprecia, a diferencia de siglos anteriores, como los impuestos pagados por la comunidad van creciendo año tras año, lo que nos indica que a diferencia de otras poblaciones castellanas, la villa fue repoblándose de judíos. Sin embargo, a día de hoy, sólo estos datos contables y los expedientes inquisitoriales de 1498 archivados en Cuenca nos indican algo sobre la aljama de Caracena.
De estos expedientes inquisitoriales destaca la mención de una sinagoga, aunque en ningún documento llega a indicarse su ubicación. La tradición popular sitúa en el llamado “Arrabal de Gormaz”, al norte de la población, la aljama. Esta zona urbana, hoy en día desaparecida y que forma parte de las llamadas eras del pueblo, antaño tendría la misma configuración medieval que tiene el resto de la villa. 




Se trata de una distribución de calles estrechas y que se adaptan a las irregularidades del terreno, que confluirían de manera radial en la Plaza mayor. Por la situación de la iglesia de la Virgen del Casado, se ha pensado que pudo ser la sinagoga que se menciona en los expedientes inquisitoriales, aunque por sus características románicas y su riqueza en elementos visigóticos y mudéjares podría descartarse rápidamente esta idea según el historiador Juan Gaya Nuño.

 
Ver La judería de Caracena en un mapa más grande

Bibliografía:
[1] Judíos y judaizantes de Caracena. Ricardo Muñoz Solla. Revista El Olivo, nº 53. Universidad de Salamanca
[2] Los repartimientos del. «servicio y medio servicio» de los judíos de Castilla de 1484,1485,1490 y 1491. Gonzalo Viñuales Fereriro. Uned, Madrid.
[3] Censo de población de las provincias y partidos de la Corona de Castilla en el Siglo XVI. Tomás González (1829).
[4] Del Pasado Judío en Los Reinos Medievales Hispánicos: Afinidad y Distanciamiento. Yolanda Moreno. Colección Humanidades
 

martes, 12 de febrero de 2013

Judíos en El Burgo de Osma

El origen de El Burgo de Osma y de la Ciudad de Osma, se remontan al castro celtíbero de Uxama Argaela, “ciudad en lo alto”, donde estuvo el primer núcleo de población de la zona, posiblemente ya habitado durante la Edad del Hierro.
La ciudad de origen arévaco formó junto con las de Tiermes y la de Numancia un importante núcleo de resistencia frente a las tropas romanas durante las guerras celtíberas (153–133a.c).



Tras la conquista romana, mantuvo su importancia como lugar de comercio y de tránsito, ya que se situaba en la vía que unía Zaragoza con Astorga, y además tuvo el privilegio de acuñar moneda. Los actuales restos arqueológicos de la ciudad que hoy día pueden visitarse atestiguan su antiguo esplendor. Posteriormente, bajo dominación visigoda, no perdió su grandiosidad, ya que pasó a ser diócesis que hoy en día mantiene y como atestiguan que los obispos de Osma asistieran a los concilios de Toledo.





Tras la conquista árabe, la ciudad de Uxama, o de Waxsima como la bautizaron los musulmanes, fue perdiendo población hasta que fue totalmente abandonada, conservándose de esta época una atalaya que vigila el paso del río Ucero frente al castillo de Osma.



A principios del Siglo X la construcción de la fortaleza en el cerro del castillo ayudó al asentamiento de población a la derecha del río Ucero. Este castillo formará junto a las atalayas de Uxama, Valdenarro y Lomero, con las que se comunicaba visualmente, una fuerte línea defensiva musulmana frente a los ataques cristianos. Esta nueva ubicación, además de la protección que supone el castillo tiene mejores accesos a recursos hídricos y tierras de cultivo.




En el año 939 el ejército musulmán dirigido por Abderramán III es derrotado cerca de Osma por Ramiro II de León y el Conde de Castilla Fernán González en la Batalla de Osma o del Barranco. La presión cristiana se vuelve a hacer patente en el año 954 en el que San Esteban de Gormaz es conquistada por Fernán González, dejando casi a Osma como reducto musulmán al norte del Duero. Diez años después la ciudad es conquistada, aunque en el año 994 vuelve a manos musulmanas por Almanzor, que la controlará hasta su muerte en el 1002 cuando es derrotado por una coalición de castellanos, leoneses y navarros en la Batalla de Calatañazor y provocando un debilitamiento del Calilfato que supondría en 1085 la conquista de Toledo.




Alrededor de un primitivo Monasterio de San Miguel de origen visigodo, al otro lado del río Ucero, se empezaron a establecer negocios y talleres. Cuando se restaura la diócesis, el nuevo obispo Pedro de Bourges (San Pedro de Osma) ordena construir la la primitiva catedral románica sobre la base del monasterio lo que produjo que el pequeño núcleo burgués creciera en detrimento de Osma, alcanzando en el año 1170 entidad jurídica independiente de Osma por privilegio real de Alfonso VIII. Con este documento se impulsó la repoblación de la villa. La remodelación de la catedral románica en gótica, atrajo a artesanos lo que supuso en 1322 que Alfonso XI concediera la celebración del mercado semanal que continúa vigente en la actualidad. 




No fue hasta el Siglo XV en el que se construyeron las murallas, dejando el arrabal o barrio de Tenerías, situado en donde confluyen los ríos Ucero y Abión fuera de la ciudad, y donde se concentraba la población judía.


En Burgo de Osma, los judíos tuvieron como principales actividades la de mercaderes, especialmente de lanas, paños y ganados, tejedores y el más importante de todos, y que daría nombre al arrabal donde se ubicaron, a las tenerías, aunque sin olvidar el de prestamistas. De hecho fue en el propio obispado de Osma donde las querellas y denuncias por usura alcanzaron mayor número, ocasionando en varias ocasiones brotes violentos, como el que se produjo en 1479. Sin embargo, de toda la diócesis, los judíos de Osma fueron los menos numerosos a tenor de las cifras de repartimientos con los que contribuían.


Uno de los tesoros que se conserva en los archivos de la catedral del Burgo de Osma es el Fortalitium fidei (Fortaleza de la Fe), datado en 1464 y que constituye un manifiesto de la fe cristiana y que se articula en torno a la batalla contra cada uno de los enemigos de la fe, es decir, herejes, judíos, sarracenos y demonios.



Entre los años 1459 y 1501, el Tribunal de la Inquisición tuvo mucha actividad vigilando a los conversos de la ciudad, analizando hasta qué dieta consumían. Hasta se promulgaron leyes de limpieza de sangre por la cual para ser canónigo era fundamental no tener antepasados judíos, aunque el Obispo Bernabé que dirigió la diócesis durante 20 años tuvo origen converso, como lo sería, en el XVI, Pablo de Santa María, descendiente de la rica familia Leví y que llegaría a ser obispo de Burgos.



Son importantes los casos de conversiones documentadas que se produjeron en El Burgo de Osma tras el edicto de expulsión de 1492.

Bibliografía:


[1] Pleitos de usura en la diócesis de Osma en el último tercio del siglo XV. Enrique Cantera Montenegro,. Anuario de Estudios Medievales, 12 (1982), págs. 597-622. 
[2] El apartamiento de judíos y mudéjares en las diócesis de Osma y Sigüenza a fines del siglo XV. Enrique Cantera Montenegro. Anuario de Estudios Medievales, 17 (1987), págs. 501-510. 
[3] Las comunidades mudéjares de las diócesis de Osma y Sigüenza a fines de la Edad Media. Enrique Cantera Montenegro.  Espacio, Tiempo y Forma. Revista de la Facultad de Geografía e Historia, Serie III-Historia Medieval, nº 1 (Madrid. Universidad Nacional de Educación a Distancia, 1988), págs. 137-173. 

[4] Notas acerca de la expulsión de los judíos en la diócesis de Osma (Soria). Enrique Cantera Montenegro. Espacio, Tiempo y Forma. Revista de la Facultad de Geografía e Historia. Serie III-Historia Medieval, nº 13 (Madrid. Universidad Nacional de Educación a Distancia, 2000), págs. 57-84. 
[5]