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miércoles, 11 de febrero de 2015

Judíos en el Valle del Jarama: La Judería de Uceda

Vista del Ayuntamiento de Uceda. Parte de la antigua Cartuja. Plaza Mayor.
Asomada a la cornisa del alto valle del río Jarama, se encuentra la localidad que daría durante un amplio periodo tiempo en la edad media, nombre a las tierras que la circundaban; La villa de Uceda, ahora población reducida, fue junto a la cercana Torrelaguna, una de las poblaciones más importantes de este extremo de la campiña alcarreña. Y es que la historia de esta villa estará siempre condicionada por su  localización geográfica.

Con restos del Paleolítico, de la edad de bronce y de un pequeño segmento de una calzada romana a los pies de la villa, en la llamada cuesta de la  Varga (nombre posiblemente de origen celtíbero de la voz “berg”, altura), se confirma que la villa ya tuvo pobladores por ser un lugar con un amplio control sobre el alto valle del Jarama. De hecho, el mismo topónimo de la villa parece provenir, según algunos historiadores, de la antigua ciudad romana “Vescelia” o “Uscelia”, conquistada por las tropas romanas hacia el 190 a.c. ya que este lugar poseía cierto valor estratégico.

Restos del Castillo de Uceda.
Bajo dominio visigodo, la zona no resalta significativamente, siendo rápidamente conquistada por los musulmanes cuando entran en la Península Ibérica en el 714. Sin embargo, éstos si se interesan de nuevo por su posición, y construyen una fortificación y unas murallas hacia el S. IX., hoy prácticamente desaparecidos y de los que tan sólo quedan vestigios mal conservados. El castillo, al ser inexpugnable por sus lados norte y oeste, que dan al  valle del Jarama y quedando unido al pueblo sólo al este, fue una plaza de difícil conquista por parte de las tropas cristianas durante el avance de los reinos cristianos hacia el sur.

La primera referencia de Uceda aparece hacia el 1040, cuando Fernando I de León conquista su fortaleza cuando lucha contra las tropas musulmanas de otra plaza fortificada como fue Buitrago de Lozoya

Hay autores que afirman que el nombre de la villa de Uceda proviene de Iudea (Judea), debido a la gran cantidad de judíos que vivían en esta localidad durante esta época alto medieval, aunque de momento no está del todo corroborado. Julio Caro Baroja en su libro “Los judíos en la España moderna y contemporánea”, Vol.3, indica que a los naturales de Uceda y de poblaciones cercanas dependientes de esta localidad, se les apoda “judíos”. De hecho hay un pequeño soneto que dice:

Si vas al Cubillo, lleva pan en el Bolsillo.
En Uceda son judíos, las campanas lo declaran,
En el Cubillo tramposos, porque deben y no pagan”.

Lo que sí confirma es que durante mucho tiempo, la población judía fue abundante en la villa de Uceda.

Tras la toma de Alfonso VI de Toledo hacia el 1085, Uceda pasa definitivamente a manos cristianas, y por su posición estratégica, bajo poder directo de los Reyes de Castilla, otorgándoles éstos fuero propio y un amplio control sobre el territorio de la Comunidad de Villa yTierra de Uceda.


La presencia judía en Uceda queda registrada en el Padrón de Huete. De las dieciséis aljamas y juderías que se registran en el espacio al sur del Sistema Central, la judería de Uceda no sobresale como  importante, aunque sí, tal como aclararía Carlos Carrete Parrondo en su obra  «El repartimiento de Huete de 1290», a lo largo de la baja edad media iría adquiriendo mayor importancia, junto a las de Alcalá de Henares, Buitrago o Zorita.

Considerada como Judería menor, es decir, sin rango de Aljama, tributó unos 2.841 maravedíes dando, según palabras de González en su libro “Repoblación de Castilla" , hasta 200 hebreos.

Posiblemente, al igual que en otras partes de Castilla, los judíos de Uceda tenían como principal profesión la del comercio; el tránsito entre uno y otro lado de la Sierra Somosierra, y las vías entre Buitrago e Hita hiceron de uceda un centro un importante de transacciones donde numerosos comerciantes judíos pudieron ubicarse. 

Durante los ataques antijudíos que se produjeron a lo largo de la península en 1391, parece que la judería de Uceda se mantuvo relativamente tranquila, como indica  Gonzalo Viñuales Ferreiro en su trabajo “El pogrom de 1391 en la diócesis de Toledo. ¿Legitimidad, identidad y violencia en la castilla de la baja edad media?“ [3],  debido a la protección que le procuró la Casa del Infantado, ya que Uceda estuvo bajo proteccion de Los Mendoza durante el siglo XIV y XV, como el resto de la provincia de Guadalajara.

Hacia los años 1463 y 1464, Uceda, junto con Alcalá de Henares, Torrelaguna, Talamanca y Mondéjar, tributaban del orden de 800 a 1200 maravedíes y Madoz estima que en el S. XVI, la villa contaría con 500 vecinos, es decir, 2.500 almas. Y hacia el 1474, en el repartimiento realizado por el por Rabí Jacob Aben-Núñez, juez mayor de los judíos y médico del rey  Enrique IV, Uceda contribuye con 800 maravedíes (Amador de los Ríos, Historia, tomo III, pág. 599 y 600). Por lo que todo indica que hacia finales del S. XV la población judía en Uceda habría aumentado considerablemente.

«El aljama de los judíos de Tordelaguna, é sin los judíos de Uceda é Talamanca, mil maravedís. El aljama de los judíos de Uceda, ochocientos maravedís. Los judíos de Talamanca é de Algete, setecientos maravedís. El aljama de los judíos de Buitrago, tres mil é trescientos maravedís. El aljama de los judíos de Alcalá de Henares, sin los judíos que moran en Cobeña, cinco mil maravedís. Los judíos que moran en Cobeña, quinientos maravedís. Los judíos que moran en Madrid, con los judíos que moran en Ciempozuelos, é en Pinto, é en Barajas é en Torrejón de Velasco, mil é doscientos maravedís.»

Llegado el año 1492, los judíos de Uceda y de la Tierra de Uceda se ven forzados o a marcharse del reino de Castilla o convertirse. La mayoría huirían hacia Portugal, aunque muchos otros, tal como lo confirman en los numerosos procesos inquisitoriales de los años siguientes, preferirán la coversión.

En el proceso inquisitorial seguido contra Francisco de Murcia, converso, vecino de Uceda, aparece como testigo de abono un Francisco Pérez, escribano, vecino de Torrelaguna, de unos cuarenta y ocho años, que «no sabe dónde se volvió chistiano porque era chico». Su padre, madre y hermanos se habían bautizado en Torrelaguna, «el mismo año que tos judíos fueron echados de Castilla».

En otro proceso, este contra Diego de Acosta, otro vecino de Uceda, figura: mujer de Sebastián de la Vega, vecino de Uceda, que tenía un hermano en Torrelaguna «christiano nuevo de judio» y que en 1492, «su madre fue con ellos a Cartagena para desde allí salir fuera de España, pero allí se bautizaron todos».

También hay documentado el hecho de que un judío de la villa de Uceda y que huyó de la persecución de la Inquisición, tenía en propiedad más de 300 mulas, comerciaba directamente con portugueses, y hacia Portugal huyó desde la zona.

Por último, hay que resaltar que una de las figuras más veneradas de Madrid, SantaMaría de la Cabeza, María Toribia, fue oriunda de Caraquiz, (otros autores la localizan en la cercana villa de Cobeña) y de origen judeoconverso a finales del siglo XI o principios del XII. Parece que sus primeros años vivió en Uceda hasta la muerte de sus padres, en la que se trasladaría a Torrelaguna a vivir con unos parientes.

Zona donde se ubicó en la edad media el entramado urbanístico intramuros de Uceda.
En cuanto a la localización de la población judía en Uceda, no hay o, de momento, no se han encontrado restos arqueológicos que den pie a localizarla. Tampoco hay constancia de sinagoga o carnicería que diesen servicio a la comunidad. Es posible que la comunidad habitara el arrabal de la villa, es decir, viviera extramuros durante la baja edad media, lo que hoy en día ha dado lugar al entramado urbanístico de la villa.

Calle de San Juan. Zona del Arrabal y actual zona urbana de Uceda.
 

Bibliografía:

[1] Las juderías medievales en la provincia de Guadalajara. Francisco Cantera y Burgos, Carlos Carrete Parrondo
Sefarad: Revista de Estudios Hebraicos y Sefardíes, ISSN 0037-0894, Año 33, Nº. 1, 1973 , págs. 3-44
[2] La Inquisición de Torquemada. Secretos íntimos / Isidore Loeb, H. Graetz, Fidel Fita
[3] El pogrom de 1391 en la diócesis de Toledo. ¿legitimidad, identidad y violencia en la castilla de la baja edad media? Gonzalo Viñuales Ferreiro. Universidad Rey Juan Carlos

[4] Judíos y conversos de Torretaguna (Madrid) en tiempos de la expulsión. Enrique Cantera Montenegro. Universidad de Madrid.
[5] «El repartimiento de Huete de 1290», en Sefarad, XXXVI, (1976), p. 127. Carlos CARRETE PARRONDO
[6] “Los judíos en la España moderna y contemporánea”, Vol.3 Julio Caro Baroja en su libro
[7] Gentilicios españoles. Tomás de la Torre Aparicio y José de la Torre
[8] Santa María de la Cabeza, única santa nacida en la provincia de Guadalajara (Carquiz, Uceda), de origen judeoconverso. Teresa Díaz Díaz

lunes, 23 de septiembre de 2013

Moshé Arragel y la Biblia de Alba

Aunque no se conoce muy bien el año de nacimiento, si se sabe que Moshé Arragel era oriundo de Guadalajara, por lo que le conoce como Moshé Arragel de Guadalfajara o Moisés Arragel de Guadalajara. Protegido de la familia de los Mendoza, se le considera como uno de los hombres de mayor conocimiento cultural de su momento, ya que conoció, y así se refleja en sus comentarios, tanto a escritores cristianos como San Jerónimo y San Bernardo, como las obras del judaísmo, desde el Talmud y los Midrashim hasta Maimónides o Ben Ezrá, y los clásicos de la antigüedad como Aristóteles, Euclides y Plinio el Naturalista. 


Hacia 1422 se estableció en la localidad toledana de Maqueda, donde realizaba las funciones de rabino de la comunidad, y fue allí donde el Maestre de la Orden de Calatrava, Luís González de Guzmán, en un intento de fomentar el entendimiento y la tolerancia entre cristianos y judíos patrocinaría la traducción, aunque no se trataría de la primera traducción de la Biblia a una lengua romance, como a veces se dice, ya que hoy se conocen al menos diez versiones anteriores al siglo XIII, pero si sería la traducción directa de la versión del hebreo, ya que contiene sólo los libros del llamado “Antiguo Testamento”, dispuestos, no según el orden de la Vulgata, sino según el canon judío.

Parece, y así cuentan las crónicas, que la envergadura y complejidad de este proyecto le produjo cierto temor, ya que al realizar la traducción advirtió de que intentaría no realizar proselitismo aunque la obra pudiera resultar atrevida para el cristiano, por no ajustarse al criterio imperante en esa época; por esta razón, la traducción siempre estaría supervisada por el franciscano Arias de Encina. Para su finalización, Moshé se traslada a Toledo, donde la pudo concluir hacia 1433. El códice está compuesto por 513 folios, de los cuales 25 son la correspondencia entre Luis Guzmán y Moshé Arragel, escrito a dos columnas, en letras del siglo XV, ilustrada con láminas, capitales, orlas y dibujos en colores y negro y con 334 miniaturas. 

La obra realizada por Moshé tiene fundamentalmente un enfoque racionalista y tiene interés no sólo literario y teológico, sino que es una de las pocas obras que al estar cumplimentada con interpretaciones y comentarios de sabios y teólogos tanto judíos como cristianos, destacando entre los primeros a Abraham ibn Ezra, Maimónides, Nahmánides o Nissim de Barcelona y opiniones de cabalistas, así como fábulas y cuentos. En varios pasajes de su obra pone de relieve su propia conciencia y orgullo nacional, pues según sus propias palabras los reyes de España solían honrar a los judíos de su país por sus cualidades y virtudes. Por ello los judíos españoles sobrepasan a los demás de la Diáspora

"en linaje, en rriqueza, en bondades, en sçiençia. E los reyes e señores de Castilla siempre fallaron que todo o lo mas que oy los judios auemos de glosa ssobre la ley e en las sus leyes e derechos e otras sçiençias fue fallado conpuesto por los sabios judios de Castilla, e por su doctrina oy sson regidos los judios en todos los reynos de la su trasmigraçion."

Y es que Arragel fue un gran defensor de la tradición judía hispánica, es decir, del sefardismo, y entre sus observaciones hay que destacar una cita en la que dice que “los comentarios de la Toráh, y las leyes y juicios y las otras disciplinas que nosotros, los judíos, poseemos hoy día, fueron todos, o casi todos, escritos por sabios judíos en Castilla”.

Arragel, tras el Edicto de Granada, se exilió a Portugal en 1492, donde falleció al año siguiente.


 

Una de las características más importantes de esta obra son sus ilustraciones, lo cual la diferencian de lo que hubiera sido una traducción más o menos fiel de la Torá, lo que no hubiera sido permitido por la ley mosaica; los artistas que hicieron las magníficas ilustraciones y decoraciones en la biblia parecen haber sido cristianos, aunque es más que probable que Arragel dirigiese el trabajo artístico, de modo que con frecuencia las ilustraciones contienen motivos e imágenes sacadas del Midrás y de la tradición interpretativa judía. Entre estas ilustraciones, podemos encontrar al mismísimo Moshé Arragel, que le representan ataviado con sus típicas vestiduras y llevando la insignia redonda amarilla que en ese momento debían llevar los judíos en sus ropas para poder ser fácilmente identificados.


No se sabe si el manuscrito, una vez concluido, llegó a entregarse al Maestre de Calatrava. Entre 1443, fecha de la muerte del Maestre Don Luis de Guzmán y 1482 el manuscrito que contenía el trabajo de Arragel no se menciona en el testamento del Maestre ni en el de su viuda o herederos. En 1474, según el historiador Ladero Quesada, el manuscrito se encontraba en el Alcázar de Segovia como parte del tesoro de Enrique IV. En 1480 pasa a la propiedad de Isabel la Católica, aunque en 1501 ya no se menciona en su patrimonio. Tras la expulsión de los judíos, el manuscrito es confiscado por la Inquisición, y no se vuelve a saber nada del códice, hasta que en 1624 cuando el Inquisidor General Andrés Pacheco, descendiente de Juan Pacheco, marqués de Villena, lo regala al Conde-Duque de Olivares. De ahí pasa por adquisición a la casa de Alba. Desde entonces, ésta obra es conocida como Biblia de la casa de Alba.

domingo, 15 de septiembre de 2013

La Aljama de Guadalajara (III): Moshé Ben Sem Tob

Moshé Ben Sem Tob de León, también conocido como Moisés de León o Moisés de Guadalajara, fue rabino y uno de los principales filósofos de la mística judía, la cábala. Su principal obra, el Libro del Esplendor o Zohar, es el libro central en la Cábala y considerado por algunos la tercera de las obras supremas del judaísmo, tras la Biblia y el Talmud. No se sabe bien si nació en Guadalajara o en León alrededor del 1240, aunque si se conoce que falleció en Arévalo en torno al 1305, siendo enterrado en el cementerio judío de Ávila, en lo que hoy es la Huerta del Monasterio de la Encarnación. 

Parece que ya tenía interés por la filosofía desde muy joven, lo que le forzó a que viajase bastante y tuviera contacto con otros filósofos y cabalistas judíos de la época, incluso, en uno de sus viajes, parece que pudo entablar contacto con Nahmánides, lo que le influyó a la hora de incluir la doctrina cabalista en su razonamiento ante el aumento de la influencia racionalista en el judaísmo. En realidad, el peregrinaje de Moshé por las distintas juderías españolas tenía un carácter difusor de la corriente del judaismo que él seguía, ya que, en aquella época, existía un enfrentamiento entre estas dos maneras de entender el judaísmo: el racionalismo y la ortodoxia. Aquellos más ortodoxos, propugnaban un seguimiento más literal de las escrituras siendo una tendencia especialmente respaldada por los sectores más pudientes. Por otra, estaban los racionalistas, que veían en la biblia un instrumento y que era amparado por aquellos que defendían la exaltación de la pobreza y de la naturaleza como forma de aproximarse a Dios. Esto último era más apoyado por las clases populares..
También, durante esta etapa temprana de su vida llegó, mientras realizaba los estudios religiosos, a tener al alcance a una copia de la obra de Maimónides, la Guía de perplejos

Parece que estos dos momentos fueron decisivos para que su filosofía cambiara y se empezara a consagrar por la Cábala. Se estableció en Guadalajara, centro de la cábala durante el siglo XIII, donde contacta con otros cabalistas. En la ciudad alcarreña, redacta veinticuatro escritos sobre la Cábala, teniendo en 1286 parte del Zohar ya concluido, incluyendo una versión distinta del Midrash

Básicamente, el Zóhar es una especie de novela en la que se desglosan comentarios acerca de diversos pasajes bíblicos. Para adaptar la misma, el texto aparece escrito en arameo para hacer creíble que había sido escrito por un rabino de la antigüedad, ya que Moshé afirmó haberse basado en antiguos manuscritos del místico Simeón Ben Yojai (Siglo II) para escribrirlo, aunque nunca pudo llegar a demostrarse; de hecho se sabe que entonces era muy común entre los escritores judíos atribuir sus libros a autores clásicos. 

En 1290 escribe la obra “Ha-nefesh ha-hakamah” en la que recoge por primera vez las cuatro categorías convencionales por las que se dice que la Toráh está dividida. Obras suyas son también "Sefer ha-Rimmon", en la cual se explica cabalísticamente todo el culto judaico; "Ha-Miskal", refutación de los sistemas filosóficos que tenían por objetivo la explicación racional de la religión; y "Sefer ha-Sadot", visión del infierno y de la gloria según la tendencia mística al apócrifo Libro de Enoc. 

En 1295 deja de viajar y se asienta en Ávila, ya que su judería era una de las tres más importantes de la corona y la población hebrea era muy numerosa e influyente, residiendo en casa del rico e influyente Yuçaf de Ávila y fue allí donde acabó la redacción de El Zóhar. En su residencia abulense se mantuvo hasta la muerte. Ésta aconteció en 1305, circunstancialmente en Arévalo, ya que se había desplazado hasta esta localidad abulense para encontrarse con otro teólogo hebreo. 
Como homenaje de la ciudad de Ávila a Moshé de León, se le ha dedicado un pequeño parque adosado a la Puerta de la Malaventura o de la mala dicha, puerta por la que se entraba a la judería de dicha ciudad.

martes, 10 de septiembre de 2013

La Aljama de Guadalajara (II): Centro cultural de Sefarad

El esplendor de la aljama arriácense durante la edad media, se traduciría en que no sólo la comunidad judía fuese cada vez más numerosa y con mayor poder adquisitivo como pone de relieve que familias muy influyentes económicamente como los Benveniste, los Matutes o Matut, los Çamanón y los Arragel, tuvieran su residencia en esta ciudad, sino que, además, tuvo su correspondencia en un florecimiento cultural. En el siglo XIII, como ejemplo, nació y vivió en Guadalajara el rabí Isaac ibn Selomoh Inb Abu Sahula, médico, filósofo y escritor, que dejaría un famoso libro de fábulas titulado “Masal ha Qadmoní”

Pero es en los siglos XIII y el XV, cuando la judería de Guadalajara adquiere una gran importancia social y cultural, de manera que fue durante todo el siglo XIII el centro de la mística judía o Cábala en Sefarad.

En el siglo XIII, fueron numerosos los judíos que se dedicaron a la Historia, a la prosa y poesía, y a la Cábala, pero hay que señalar como el primer alcarreño judío destacado al filósofo Moshé Ben Sem Tob, más conocido por Moisés de León, que aunque nació en esa ciudad, fue habitante de Guadalajara durante mucho tiempo, y fue en esta ciudad donde desarrolló la mayor parte de su pensamiento y su principal obra, el “Séfer ha-Zohan” o Libro del esplendor, de especulaciones esotéricas y cabalísticas y El Siclo del Santuario “Shequel-Ha-Codesh”.

Otro cabalista de resaltar de la aljama alcarreña durante este siglo XIII, fue Isaac ben Mosé ibn Sahula, quién en su obra “Parábola del anciano” de 1281 recoge una serie de guías morales y místicas.

Fue durante el siglo XV, cuando realmente el movimiento cultural judío en la ciudad de Guadalajara se hizo patente, quizás por la protección de la familia Mendoza, que controlaba la vida política de la ciudad, y por la influencia que pudieron ejercer éstos sobre los Reyes, por lo que la aljama judía de Guadalajara no tuvo que hacer frente a dificultades extremas que si tuvieron que soportar otras aljamas, sobre todo en los episodios de mayor sentimiento antijudío que se produjeron en Castilla a lo largo de la baja Edad Media.

Son de destacar por ejemplo a Moshé Arragel, que fue el primer traductor del Antiguo Testamento al castellano por encargo del maestre de Calatrava don Luís de Guzmán, entre 1422 y 1430, obra que cuenta con 513 páginas abundantemente ilustrada con 334 miniaturas que reflejan diferentes pasajes de la Biblia realizadas por frailes franciscanos de Toledo y a Ishaq Abravanel, comentarista de la Kábala y hombre de gran fortuna, que ofreció altas sumas a Fernando el Católico para evitar la expulsión de 1492.

También bajo la protección de la familia Mendoza, pueden destacarse a Yuçaf Çamanon, médico personal de la Infanta Doña Isabel y a Çag Aboaçar, también médico que estuvo al servicio de Diego Hurtado de Mendoza, primer duque del Infantado.

Sería en Guadalajara, debido a la importancia cultural que en la comunidad judía tenía, donde se instalaría en 1482 la primera imprenta en la que trabajó como impresor y corrector Simón ben Moshes Leví Alcabiz, y cuya primera obra que se editó fueron los Comentarios a los profetas, de David Kimji, así como el “Tur Eben Haezer”, obra de Jacob ben Asher y el “Tractatus Hagiga de Josué”. Y también en el siglo XV, de mano de Moshé Arragel, se realizaría la versión en castellano de la Biblia hebrea, hoy conocida como la Biblia de la Casa de Alba.

Otros judíos de Guadalajara importantes son R. Yshaq Abohab y al cabalista Selomonh Alqabés.


Bibliografía:
[1]La Edad Media en Guadalajara y su provincia: Los judíos. G.VIÑUALES FERREIRO. Diputación de Guadalajara, 2003.
[2] Espacios de coexistencia entre moros y judíos en Castilla en la Edad Media: las fiestas G.VIÑUALES FERREIRO Universidad Rey Juan Carlos de Madrid

sábado, 7 de septiembre de 2013

La Aljama de Guadalajara (I)

La ciudad de Guadalajara, como ha ocurrido en tantas otras localidades de la península, poco tiene en la actualidad que mostrar sobre su esplendoroso pasado. Es por este motivo que muchos autores han llegado a comentar de Guadalajara que, por haber sido tierra fronteriza y escenario de conflictos y guerras, ha sido una ciudad con mala suerte. Se suele decir que la ciudad alcarreña tiene más gloria en los libros que recogen las crónicas de su pasado que en lo que hoy en día atesora y que no podemos ver, y sin duda alguna, uno de esos tesoros que no podemos ver es la huella judía en la ciudad.

 
El origen del nombre de la ciudad de Guadalajara es aún muy discutido, pues aunque se sabe con certeza que fue asentamiento árabe desde prácticamente el siglo VIII, los historiadores no se ponen de acuerdo si con anterioridad ya había en esta zona del valle del Henares un asentamiento íbero, de nombre “Arriaca”, topónimo de la posible voz vascuence “Arriaka", río de piedras o camino de piedras (visto que “harri” significa piedra en vascón) y de la que hasta el momento no hay constancia arqueológica.

Casualmente esta denominación íbera es en la que se basan los árabes para llamar al río que bordea a la ciudad y que daría nombre a esta, Wād al-ḥaŷara, que derivaría una vez castellanizado en Guadalajara, y que significa “río de piedras”, haciendo referencia a la abundancia de cantos rodados en su lecho o bien, como “Valle de los castillos" o "Valle de las fortalezas” nombre que Mahmud Ali Makki le daría por la voz árabe “ḥaŷara”, que pudiera traducirse como edificio fuerte hecho de piedras, es decir, fortaleza, ya que está claro que desde Sigüenza hasta Alcalá de Henares, el río estaría salvaguardado por numerosos castillos durante toda la edad media. Sin embargo, hay que aclarar que desde la invasión árabe hasta, al menos el siglo X, tal como consta en las crónicas de Ahmad Al-Razi, la ciudad sería conocida por el nombre de “Madīnat al-Faray”, ciudad del mirador o del farallón, de la palabra primitiva faray, debido a que la ciudad se situaba sobre una zona rocosa sobre el río Henares. Otros autores consideran que la ciudad se nombraría como “Madīnat al-Faray” en honor a su fundador, Faray.

La antigua Madīnat al-Faray se establecería en un pequeño montículo entre dos barrancos, el Alamín y el Coquín (hoy desaparecido por el crecimiento urbano de la ciudad), que condicionarían más tarde la forma de la ciudad hacia el sur y le servirían como defensa antes incluso de la construcción de las murallas, de las que hoy pueden visitarse sólo algunos torreones y verse algún lienzo.



Al norte, y como entrada desde la vía que ya desde época romana unía Complutum con Segontia, es decir, Alcalá de Henares con Sigüenza, se construye el puente del Henares, que de origen árabe (no se sabe si sobre uno romano anterior), que es la obra más antigua conservada en la ciudad de Guadalajara junto con el Alcázar, y que ha sido siempre la entrada natural a la ciudad alcarreña.


Entre el puente y el Alcázar, extramuros, podemos encontrar la primera huella de la presencia judía, que aunque no visible, si ha quedado documentada en las crónicas de la ciudad medieval (1461). Y es que a los pies del Alcázar, en los terrenos comprendidos entre este y el puente sobre el Henares, se encuentra el llamado “Campo del Osario”, donde los judíos pudieron tener su cementerio durante toda la edad media Desgraciadamente el desarrollo urbanístico del Barrio de la Alcallería o de Cacharrería, llamado así por albergar los talleres de los alcalleros o cacharreros, y el Hospital Provincial no permiten por el momento, cualquier actuación arqueológica sobre la zona. Otros autores, como Juan Catalina García, localizan la necrópolis judía en el llamado “Castil de los Judíos”, donde hoy se encuentra, casualmente, el cementerio municipal, frente de la desaparecida puerta de Feria o torreón de Alvarfáñez, al otro lado del barranco de San Antonio y no muy lejos de esta zona, y es que la tradición local señala que los judíos habitaban extramuros de la ciudad con anterioridad a la conquista cristiana de Guadalajara.


De ser esto cierto esto, parece que esta judería primitiva extramuros fue abandonada mucho antes incluso que la entrada de los cristianos en la ciudad, pues testimonios conservados del siglo XIII documentan a numerosas familias viviendo en el entorno donde se construiría a finales de esa centuria el convento de Santa Clara (En la confluencia de las calles de Miguel Fluiters y Teniente Figueroa), ya en la ciudad.

A través de la desaparecida Puerta de Bradamarte, se accedía desde la 
Alcallería a la ciudad, a la sombra del antiguo Alcázar, hoy cerrado al público por unas obras de restauración que parecen nunca acabar. El Alcázar es uno de los pocos restos que quedan de la antigua Wād al-ḥaŷara. Sería en un barrio no muy lejano al Alcázar donde los judíos habitarían en la ciudad hasta su expulsión.



No se sabe, como en muchas ocasiones hemos hablado, cuando se asentó la comunidad judía en esta ciudad, pero parece que la invasión de la península por las tropas musulmanas, encabezada por Tarik y Musa, trajo consigo una importante población que, o bien acompañaban a las tropas árabes, o bien ya habitaban en la península y se movieron al abrigo de la protección que estos les daban frente a los visigodos. A las comunidades judías se les encomendó la administración y defensa de la plaza, mientras el ejército árabe continuaba su conquista rumbo al norte, y posiblemente supusieran la primera población en Guadalajara. Fuera esto cierto o no, sí que es verdad que durante el periodo de dominación árabe en Guadalajara, entre los siglos VIII al XI, la colonia judía fue numerosa e influyente, sin que se pueda concretar si además del llamado “Castil de los Judíos”, la población judía se ubicara, como he comentado, en una parte concreta de la ciudad.

El dominio andalusí de la ciudad duró casi cuatro siglos, hasta que a finales del siglo XI pasó a manos de Alfonso VI de Castilla, aunque con anterioridad ya había sufrido algún saqueo por parte de Fernando I de Castilla a finales del año 1050. Fue Álvar Fáñez, lugarteniente de El Cid, el que dirige a las tropas castellanas en la toma de la ciudad en la primavera de 1085. Cuenta Alvar Fáñez en sus crónicas, que cuando entró en la ciudad, halló que en ésta moraban juntos musulmanes y judíos sin problemas. La conquista cristiana permitió en estos primeros años del siglo XI, un respeto a las costumbres y tradiciones tanto de musulmanes como a los hebreos. 
Precisamente, en los siglos de la Edad Media, bajo dominio cristiano en la ciudad, fue cuando los judíos de la ciudad arriacense adquirieron un mayor poder económico y pudieron desarrollar una intensa vida cultural, lo que no significa que no fueran objeto de numerosos abusos por parte de la población cristiana.


En el 1133, Alfonso VII, concede a la ciudad un estatuto para regular la vida de la Ciudad y Tierras de Guadalajara, el llamado “Fuero Corto”, en el que se recogen leyes para establecer el desarrollo económico y el establecimiento de las reglas de convivencia entre cristianos, mudéjares y judíos. En este primer fuero, los judíos son equiparados totalmente a los caballeros para la debida defensa de la ciudad, y, de esta manera, se reconoce a los judíos como pieza fundamental del sector económico y cultural de la ciudad. Según este fuero arriacense, los dos tercios de los judíos varones y en edad propicia, deberían acompañar al rey en sus campañas. El resto protegería la plaza de posibles ataques y se encargaría de recaudar las rentas de la Corona. Posteriormente en el 1219, en el llamado “Fuero Largo,” el rey Fernando III concede a la ciudad alcarreña una ampliación de su jurisdicción y se establece un nuevo organismo de gobierno, el concejo de la ciudad, pero, sin embargo, esta nueva normativa no vino acompañado de un aumento de las regulaciones y libertades sobre las poblaciones judías o mudéjares.

Durante el reinado de Alfonso X, la protección del rey aseguró el desarrollo económico de la población, mediante la defensa de sus comerciantes y la autorización de sus ferias y mercados, lo cual supuso una gran ventaja para la población judía que ya copaba parte del sector comercial. Se sabe que la aljama de Guadalajara en 1290 pechaba durante el reinado de Alfonso X con 16.986 maravedíes.
Más tarde, y posiblemente como presión de la iglesia católica, un documento fechado en 1293 y firmado por el rey Sancho IV, dispone que los judíos y “moros” de Guadalajara no pudiesen cobrar más del tres por ciento de interés en los préstamos que realizasen. 


Durante el siglo XIV, parece que la población judía de Guadalajara no sufre demasiado, a diferencia de otras aljamas, durante los asaltos de 1391; posiblemente el establecimiento en la ciudad de la familia Mendoza, cuyo destino marcaría en adelante, protegería  a la comunidad hebrea de estos ataques. Sin embargo, esto no quiere decir que se sometiera a la aljama a mayores presiones fiscales. En el año 1444, por ejemplo, la comunidad no pudo pagar más que la tercera parte de sus impuestos, a causa de problemas de malas cosechas y malos negocios, por lo que el rey Juan II trató de paliar la situación, autorizando a los conversos a ser tratados en igualdad de condiciones que los cristianos, medida que utilizada para fomentar las conversiones. Otro ejemplo de este incremento de la presión económica se produce en mayo de 1454, cuando el concejo de la ciudad de Guadalajara decide que las "[...] aljamas de judíos y moros desta dicha çibdad debían ayudar en la costa de la fiesta del Corpus Christi de este año [...]".


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Dentro de la ciudad, la judería parece que ocupó el barrio hoy comprendido entre las calles Ingeniero Mariño, limitando con las murallas sobre el barranco del Alamín, Dr. Benito Hernando al sur que la separaría de la aljama mudéjar y la calle Miguel Fluiters, aunque no se tiene constancia que la judería estuviera separada del resto de la ciudad por murallas interiores. Es en esta parte de la ciudad, entre las calles que forman este barrio, donde queda el único vestigio que hoy podemos encontrar de la presencia judía en la ciudad, la calle de la Sinagoga.


Y es que se sabe con certeza por documentación de la época, que en 1492, existían en la aljama judía de Guadalajara al menos cuatro sinagogas: La sinagoga “Mayor”, la de “Los Matutes”, la del “Midras” y la de “Los Toledanos” según se enumera en el recibo de “bienes comunes que los cabildos e cofradias e aljama de los judíos de la cibdad de Guadalajara tenian e dexaron” al tiempo de la expulsión, en el que además se hace una relación de elementos confiscados, como “lámparas de las sinogas”. En un documento de 15 de abril de 1290 se certifica la venta a “las freyras del monesterio de Santa Clara de Guadalfaiara” de ciertas casas de Samuel Camhy y su esposa, sitas en la collación de San Andrés y lindantes de una parte con otras que fueron de Fernando Peres, “e de la otra la casa que fue sinoga”, de la otra, casas de Munno Ferrandes, y de la otra, la calle, lo que revela la existencia de una quita sinagoga, la sinagoga vieja, que para esa fecha, quizás por cambio de emplazamiento del barrio judío, ya había dejado de utilizarse como templo hebreo.


La llamada Sinagoga Mayor, estaría situada en los alrededores de la calle Ingeniero Mariño, en la parte más baja de lo que hoy abarcaría la judería, junto a la muralla, sin saber con certeza su situación exacta, en donde tras la expulsión se llamó Barrionuevo, así como su cofradía y cuatro casas que circundaban a aquélla, según se refiere en una escritura del 27 de mayo de 1492, diciendo: “quatro pares de casas que estan juntas e al derredor e espaldas de las casas que disen de Sant Pedro e Sant Pablo, que antes solian ser synoga mayor de los judíos”.
En documentos de la época, se hace mención que cuando Don Antonio de Mendoza compró casas y patios para construir su palacio (en la actual Ingeniero Mariño), al ampliarlo su sobrina doña Brianda de Mendoza para el Convento de la Piedad, tuvieron que negociarse las compras con numerosos judíos, habitantes del barrio.


También en el recibo de “bienes comunes", se nombra la “sinoga de los Matutes”, llamada otras veces “sinoga vieja de los Matutes”, y varias casas limítrofes. En una crónica del 17 de agosto de 1490 de Çulema Asayel, dice que “en nombre de la synoga que disen de los Matutes... e los onbres buenos que disen orasion en ella” da en censo perpetuo “una parte de casa” que poseían en la colación “de la iglesia de Sant Gil que ha por alledannos de la una parte otra parte de casas que solia estar junta con la dicha parte de casas que la tiene agora a censo de la synoga mayor... don Huda Ajajes”. Esta llamada Sinagoga de los Matutes estaría situada en lo que hoy es la Plaza de santa Clara, en el solar que hoy ocupa una Caja de Ahorros, junto a la Iglesia de Santiago. Casualmente, si se visita dicha Iglesia, se notará que debe descenderse bastante en su interior para llegar a la base, lo que podría ser muestra de que dicha iglesia estuviera construida sobre los cimientos de la sinagoga, ya que sabemos que durante toda la edad media, las sinagogas no podían sobrepasar en altura a los templos cristianos, por lo que se construían en niveles inferiores al nivel de la calle, para poder hacerlas amplias.



La “sinoga que se dise del midras” estaría en las confluencias de las calles de Ingeniero Mariño y la Calle de la Sinagoga y es de las cuatro de la que menos se conoce, pues poca documentación ha llegado hasta nuestros días.


Respecto a la llamada “sinoga de los Toledanos”, por la copia de un documento en el Archivo General de Simancas, en el Registro General del Sello de Corte dado por los Reyes Católicos en Zaragoza a 10 de septiembre de 1492, se sabe que éstos la donan a los frailes mercenarios del convento de San Antolín, para que hagan en ella una enfermería: “para reme­diar tan grande necesidad como teníades, vos fiziésemos merced de la Sinoga, que se llama de los Toledanos, que los judíos de la dicha Ciudad dexaron, al tiempo que salieron destos nuestros Reynos, donde pudierdes fazer casa de enfermería para que los dichos religiosos se curasen…”. 



Pocos años antes, en 1472, el comendador de dicho convento­ de San Antolín, fray Diego de Muros, junto con el prior del mismo, fray Fernando de San Gil hace censo de unas casas de Guadalajara, propiedad del cirujano hebreo de Guadalajara, don Huda Correr. También, y con fecha del 8 de septiembre de 1473, hace escritura de traspaso "que Abrahem Almafloz, judío sastre, hijo de don Jucaf Almafloz, judío sastre" a dicho convento (fols. 119 v. y 125 v. de dicho ms., respectivamente)
En otro documento de la Biblioteca Nacional de Madrid, Manuscrito 2684 folio 110, el cronista fray, Felipe Colombo escribe de su puño y letra, en el margen de este documento que "esta sinagoga estaba dentro de la ciudad y junto a las casas de don Melchor Calderón", lo que la sitúa entre la actual cuesta de Calderón y en la calle de Benito Hernando esquina a Juan Catalina, donde se edificó el convento de la Piedad, ahora convertido en Instituto de Enseñanza Media.




Como última etapa de este paseo por la judería de Guadalajara, hay que visitar de manera obligatoria, aunque sólo para apreciar la arquitectura civil renacentista de este edificio, el Palacio del Infantado. En él, hoy en día se encuentra el Museo Provincial de Guadalajara, donde, entre otras piezas, se pueden encontrar varias procedentes de las excavaciones arqueológicas del "Prao de los Judíos" de Molina de Aragón, como monedas, collares y otros elementos decorativos.




Bibliografía:
[1] Las juderías medievales en la provincia de Guadalajara F. CANTERA BURGOS y C CARRETE PARRONDO,(Madrid1975)
[2] La Edad Media en Guadalajara y su provincia: Los judíos. G.VIÑUALES FERREIRO. Diputación de Guadalajara, 2003.
[3] Espacios de coexistencia entre moros y judíos en Castilla en la Edad Media: las fiestas G.VIÑUALES FERREIRO Universidad Rey Juan Carlos de Madrid
[4] Registro General del Sello de Corte, folio 28 del 10 de Septiembre del año 1492

domingo, 23 de diciembre de 2012

La Aljama de Brihuega

El nombre de la Villa de Brihuega, llamada la roca del Tajuña, deriva del vocablo íbero "Briga" o "Brico", como es ya mencionada en época romana, y que significa lugar fuerte, debido a su singular localización sobre una peña, la Peña Bermeja, a la orilla del río Tajuña. Durante la edad media es conocida como "Castrum Briga".


Durante la dominación musulmana, fue una población sin demasiada importancia, viviendo fundamentalmente de la agricultura y el comercio, al encontrarse en el camino que recorría desde Toledo hacia Zaragoza, por el Tajuña.

Tras la conquista por Alfonso VI, la villa es donada al Arzobispado de Toledo, quienes convirtieron a Brihuega en un lugar importante, a la altura de Alcalá de Henares o Talavera.



Brihuega no tuvo una aljama importante, pero, a diferencia de la próxima de Torija, si tuvo  Sinagoga. La existencia de una sinagoga está documentada  y  aparece citada en el edicto del visitador del arzobispado de Toledo con fecha de 31 de Agosto de 1436. Hoy en día, la calle donde seguramente se situó dicha sinagoga, lleva este nombre, Calle de la Sinoga, calle paralela al antiguo trazado de la muralla que rodeaba a esta localidad, aunque no hay ninguna vivienda en la que de momento se hayan encontrado restos de esta [1].




Algunos autores han confundido a lo largo de los años la Iglesia de San Simón con la sinagoga; aunque recientemente se ha confirmado que este templo fue con anterioridad una mezquita.



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En 1212, Arzobispo D. Rodrigo Ximénez de Rada, da derecho de Fuero a la Villa, tal como se puede ver a la entrada de ésta por la presencia del Rollo o Picota, dando a los judíos el mismo trato que al resto de pobladores de cualquier otra condición que habitaran Brihuega: «todos los omnes que moraren en briuega o en su término, xristianos e judíos e moros, todos ayan un fuero». 


No fue, por tanto, extraño que al amparo de esta situación legal, acudiesen a la villa judíos de otras zonas, sobre todo tras las persecuciones y matanzas como la de tierra de Campos el año de 1295, y de las de 1355, 1360, 1391 y 1468, por cuya causa, si en el Padrón de los Judí­os de Castilla, hecho en 1290, aparece tributando la Aljama birocense unos 304 maravedies, menos que la de Talamanca, y cantidad bastante pequeña en comparación con los 13.588 que en ese mismo año cotizaban los judíos de Hita, o los 4.588 que pagaban los de Almoguera. 

Pero sin duda, la población se ve incrementada durante los dos siglos posteriores, ya que en el Repartimientos de de las Aljamas de Castilla en 1474, la aljama de los judíos de Brihuega aportan hasta mil maravedíes.

     

La situación social de los judíos en Brihuega fue, al igual que en el resto de Castilla y Aragón, variable, pero en general se les trató como de hombres libres, dueños de tierras, casas y negocios, tal como aparece en diferentes documentos en que se citan nombres de judíos (Mosé Torrijos, Mosé Calay, Yucas Capanche, Zulema Francisco, «que debía ser de los más honrados del lugar», etc.). Algunos, incluso, ejercían por la comarca la recaudación de los impuestos reales, tal como desde el siglo XII era tradicional que los monarcas castellanos concedieran estos cargos[2].


Tal fue la permisividad y los derechos que adquirieron los judíos en Brihuega que hasta el Arzobispo Pedro Tenorio en 1386 cambia la fecha del mercado que se venía celebrando cada sábado en la Plaza del Coso a los miércoles para que éstos pudieran asistir sin transgredir el descanso del Shabat.
Hay que resaltar la importancia que tuvo la población judía en la tradición textil de la zona, que en Brihuega alcanzó cierta relevancia durante la edad media y que tuvo su mayor exponente a partir del siglo XVIII cuando Fernando VI construye la Real Fábrica de Paños en esta localidad.




Bibliografía:

[1] Sinagogas Españolas. Francisco Cantera Burgos. Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Madrid 1955.
[2] Historia social, política y religiosa de los judíos de España y Portugal. Amador de los Ríos. MADRID 1875. EDITORIAL MAXTOR.