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jueves, 12 de febrero de 2015

Judíos del Valle del Jarama (II): La Aljama de Torrelaguna

El posible orígen de la actual población de Torrelaguna está en la creación de una aldea independiente de la villa de Uceda, cuando ciudadanos de dicha población se establecen para aprovechar las fértiles vegas al pie de las sierras. Al igual que en el resto de la comarca, se han podido encontrar en su término municipal restos ibéros, aunque posiblemente su núcleo originario se iniciara, al igual que en localidades cercanas como Talamanca, Uceda o Buitrago, bajo dominación romana.

Aunque no hay demasiada información durante la época visigoda, si que durante el periodo musulmán, Torrelaguna adquiere cierta importancia, y ya crónicas de la época indican la existencia de hasta siete barrios.

Arquitectura Popular. Calle del Hospital.
Tras la conquista de Toledo en 1085 y la dominación cristiana del territorio al norte del río Tajo, se inicia en la comarca un periodo de relativa calma. Años más tarde, el arzobispo de Toledo, Pedro Tenorio, solicita al Rey Juan I de Castilla la separación de Torrelaguna de Uceda, como recompensa por los esfuerzos que los vecinos realizaron en la construcción de la muralla y en el acopio de armas para su defensa frente a los ataques de las tropas musulmanas. La concesión del título de Villa Libre o burgo en 1390, sumado a la concesión de un mercado, supuso para Torrelaguna el inicio de su periodo de prosperidad. Junto a estos privilegios, otros como la protección frente al paso del ganado de la Mesta y exenciones fiscales, aseguraron a los reyes el apoyo de Torrelaguna.

Pero sin duda el momento que marcaría la historia de Torrelaguna social y urbanísticamente se produciría entre finales del s. XV y principios del XVI, coincidiendo con la época de poder del Cardenal Cisneros, que nacería en esta localidad hacia 1436, y con él, la llegada al pueblo de familias ilustres.

Vista de la Torre de la Montera y de la Puerta del Berrueco.
Hasta el siglo XV son bastantes escasas las noticias que se refieren a los judíos de Torrelaguna, y casi todas las que nos han llegado han sido a través de los repartimientos fiscales o de procesos inquisitoriales. Posiblemente los principales oficios que ocuparon los ciudadanos judíos en Torrelaguna estuvieran más relacionados con el comercio y actividades mercantiles, la relación de éstos con el concejo de la Mesta y con  otras profesiones artesanales, descartándose las labores agrícolas, aunque es posible que algunos judíos de la villa trabajasen en los importantes viñedos y huertas que rodeaban a la villa, ya que hay noticias de judíos vecinos de la localidad que poseían viñedos. Es curioso, pese a esto, que sólo haya una crónica de un judío, Ysaque de Bilhorado, que lo relacione con tareas mercantiles.

La práctica de la medicina, actividad típica de la población judía durante la edad media, fue una de las que más relevancia tuvo entre la comunidad judía de Torrelaguna. De hecho, se tiene constancia que con el decreto de expulsión general de 1492, la villa de Torrelaguna se quedó sin, al menos, dos de los cinco médicos que había. Rabí Abraham Qalama y Rabí Levy, que salieron del reino en 1492, regresando más tarde convertidos al cristianismo con los nombres de maestre Enrique y maestre Alonso respectivamente.

Calle de La Montera.
Se tiene además noticia, en relación con la posesión de tierras de cultivo, que el médico Rabí Ley, quien cuando volvió convertido, reclama ciertas viñas que había vendido al marcharse. También la conversa Ynes Elias, mujer del maestre Enrique (o Rabí Abraham Qalama) reclama las «casas e viñas e tierras» que había vendido cuando salió del reino.

Según se desprende de los repartimientos fiscales para la población judía, los judíos de Torrelaguna constuyeron jurídicamente una Aljama. En dichos repartimientos, los judíos de Torrelaguna contribuyeron asi:

1464 - 800 mrs
1472 - 1.000 nirs.
1474 - 1.000 mrs.
1479 - 800 mrs.
1482 - 800 mrs.
1488 - 24.626 mrs
1491 - 24.450 mrs.

A diferencia del resto de la comarca, la comunidad judía de Torrelaguna si tuvo una organización o concejo con autonomía jurídica y religiosa y que administraría su organización interna, teniendo a su cargo una sinagoga, una carnicería e incluso un cementerio.

Sorprende que pese a ser escasa  la documentación sobre la Aljama Torrelagunense, haya llegado a nuestros días documentos que constatatan la existencia de hasta nueve rabíes, lo que nos indica la gran importancia social y religiosa de la Aljama de Torrelaguna dentro de la comarca. Los nombres de los rabíes de Torrelaguna que han llegado en las crónicas hasta nuestros días eran, además de los cinco médicos ya mencionados, Rabí Caqon, Rabí Lezar, Rabí Mose y Rabí Yuçe afatel.

La existencia de la Sinagoga de la Aljama de Torrelaguna ha quedado documentada a través del proceso inquisitorial contra Fernando de Madrid, vecino de Torrelaguna, donde el fiscal inquisitorial acusa al procesado de que “enhiava e enbio azeite a la xinoga, por la devoqion e creengion que en ella tenya”.

Plaza de la Paz. A la derecha, actual Casa de la Cultura, Antiguo Hospital de la Santísima Trinidad.
Se considera que el solar donde se ubicó antiguo Hospital de la SantísimaTrinidad fue en el siglo X mezquita bajo el dominio musulmán, y sinagoga tras la reconquista cristiana en el siglo XI y que pasó a hospital después de la expulsión de los judíos en el siglo XV. Este uso se mantuvo con algunas interrupciones hasta 1967, año en que se cerró como hospital y quedó abandonado hasta que, a finales del siglo XX, el Ayuntamiento lo transforma en Casa de la Cultura y Oficina de Turismo. Hay previsto realizar un estudio arqueológico y excavación que confirmarán si en verdad en este solar se  levantó una sinagoga judía,

A través del mismo proceso inquisitorial comentado antes, queda confirmada la existencia también de una carnicería, ya que en dicho proceso aparece entre los testigos del fiscal un “Jaco de Bilhorado, carnigero, vesino de Tordelagun”, que con mucha probabilidad era el encargado de proveer a la Aljama de Torrelaguna de este servicio.

Es de suponer, aunque esto ya no está ni documentado ni se han encontrado restos arqueológicos, que Torrelaguna debía contar con cementerio judío, ubicado extramuros de la villa. Se conoce por crónicas de la época que entre 1474 y 1492, la aljama de Torrelaguna contaría con unos 306 habitantes judíos, es decir aproximadamente un poco más del 10% de los habitantes totales de la villa, lo que hace inevitable que los enterramientos se realizaran en tierras colindantes a la villa.

 Vistas de la Calle de la Santísima Trinidad.

Como en el caso de Uceda y del resto de juderías y aljamas al norte del Tajo, tampoco la Aljama de Torrelaguna parece que sufrió demasiado durante las persecuciones de 1391, pero no se puede confirmar ya que tampoco hay noticias o crónicas de la época al respecto.

De lo que sí hay noticias es que a raíz de la Carta de apartamiento de los judíos y moros que establecía que en un plazo máximo de dos años todos los moros y judíos debían quedar apartados en barrios aislados, para que no pudieran hacer proselitismo entre la población cristiana, dada en las Cortes de Toledo de 1480, la comunidad judía de Torrelaguna si que tuvo que ubicarse extramuros, ya que en el proceso inquisitorial contra Fernando de Madrid, ya citado, acusa al judío Ysaque Fandan, vecino de Torrelaguna, y dice que se sospecha de él “porque syenpre quiso mal al dicho defunto, por que antes del apartamiento de los judíos morava este falso testigo pared en medio del dicho defunto, e hizo un grande agujero en un tabyque el dicho Fandari...”

Aunque no hay documentos suficientes que confirmen donde se ubicaba la judería antes del apartamiento, si que si la Sinagoga estuvo donde más tarde se ubicó el Antiguo Hospital de la Santísima Trinidad, podemos pensar que la Aljama de Torrelaguna pudiera ubicarse alrededor.

Así, posiblemente, la aljama se articuló intramuros, al sureste de la villa, entre las actuales calles de Burgos, Santísima Trinidad, Calle del Hospital, Plaza del Cardenal Cisneros y Calle Montera, formando una composición urbanística cerrada. Recordemos que tras el decreto de expulsión, la mayoría de las calles cambiaron sus nombres a referencias cristianas. 

Vistas del Arco del Cristo y la Calle de Burgos.

Interesante es que la plaza a la que se accede saliendo de la judería por la Puerta del Cristo, tenga el nombre de Plaza del Matadero, con lo cual, y sabiendo que la Aljama de Torrelaguna tenía carnicería, deba su nombre a que aquí se encontraba la carnicería de la comunidad judía, que como bien se sabe, estaba siempre cerca de la judería pero lo más cercana a alguna corriente fluvial para eliminar la sangre y los despojos de los sacrificios que allí se realizaban.

Vista de la Plaza del Matadero.
Es posible que, tras el decreto de apartamiento, los judíos pasaran a vivir al arrabal extramuros, al otro lado del arroyo, pero de esto no hay documentos que lo atestigüen.

Como dato curioso pero sin corroboración documental, hay un comentario popular que cuenta que los varones judíos de Torrelaguna tenían por costumbre casarse con doncellas de Cobeña.



[1]  Judíos y conversos de Torrelaguna (madrid) en tiempos de la expulsión. Enrique Cantera Montenegro. Universidad de Madrid.
[2] Judios de Torrelaguna a finales del S.XV. Enrique Cantera Montenegro
Anales de estudios madrileños, tomo XVIII.
[3]  Judíos de Torrelaguna: Retorno de algunos expulsados entre 1493 y 1495. Luís Suárez Fernández. Revista Sefarad, XXXIX (1979), págs. 333-346.
[4] Los judíos de Madrid en el siglo XV: Las Minutas de los escribanos. Gonzalo Viñuales Ferreiro. Espacio, tiempo y forma, Serie III, Hª Medieval, t. 15, 2002, págs. 287-305.
[5] Las ciudades castellanas y sus juderías.  Fernando Suárez Bilbao
[6] Judaizantes del arzobispado de Toledo habilitados por la inquisición en 1495. Francisco Cantero Burgos y Pilar León Tello. Universidad Complutense de Madrid, 1969.

miércoles, 11 de febrero de 2015

Judíos en el Valle del Jarama: La Judería de Uceda

Vista del Ayuntamiento de Uceda. Parte de la antigua Cartuja. Plaza Mayor.
Asomada a la cornisa del alto valle del río Jarama, se encuentra la localidad que daría durante un amplio periodo tiempo en la edad media, nombre a las tierras que la circundaban; La villa de Uceda, ahora población reducida, fue junto a la cercana Torrelaguna, una de las poblaciones más importantes de este extremo de la campiña alcarreña. Y es que la historia de esta villa estará siempre condicionada por su  localización geográfica.

Con restos del Paleolítico, de la edad de bronce y de un pequeño segmento de una calzada romana a los pies de la villa, en la llamada cuesta de la  Varga (nombre posiblemente de origen celtíbero de la voz “berg”, altura), se confirma que la villa ya tuvo pobladores por ser un lugar con un amplio control sobre el alto valle del Jarama. De hecho, el mismo topónimo de la villa parece provenir, según algunos historiadores, de la antigua ciudad romana “Vescelia” o “Uscelia”, conquistada por las tropas romanas hacia el 190 a.c. ya que este lugar poseía cierto valor estratégico.

Restos del Castillo de Uceda.
Bajo dominio visigodo, la zona no resalta significativamente, siendo rápidamente conquistada por los musulmanes cuando entran en la Península Ibérica en el 714. Sin embargo, éstos si se interesan de nuevo por su posición, y construyen una fortificación y unas murallas hacia el S. IX., hoy prácticamente desaparecidos y de los que tan sólo quedan vestigios mal conservados. El castillo, al ser inexpugnable por sus lados norte y oeste, que dan al  valle del Jarama y quedando unido al pueblo sólo al este, fue una plaza de difícil conquista por parte de las tropas cristianas durante el avance de los reinos cristianos hacia el sur.

La primera referencia de Uceda aparece hacia el 1040, cuando Fernando I de León conquista su fortaleza cuando lucha contra las tropas musulmanas de otra plaza fortificada como fue Buitrago de Lozoya

Hay autores que afirman que el nombre de la villa de Uceda proviene de Iudea (Judea), debido a la gran cantidad de judíos que vivían en esta localidad durante esta época alto medieval, aunque de momento no está del todo corroborado. Julio Caro Baroja en su libro “Los judíos en la España moderna y contemporánea”, Vol.3, indica que a los naturales de Uceda y de poblaciones cercanas dependientes de esta localidad, se les apoda “judíos”. De hecho hay un pequeño soneto que dice:

Si vas al Cubillo, lleva pan en el Bolsillo.
En Uceda son judíos, las campanas lo declaran,
En el Cubillo tramposos, porque deben y no pagan”.

Lo que sí confirma es que durante mucho tiempo, la población judía fue abundante en la villa de Uceda.

Tras la toma de Alfonso VI de Toledo hacia el 1085, Uceda pasa definitivamente a manos cristianas, y por su posición estratégica, bajo poder directo de los Reyes de Castilla, otorgándoles éstos fuero propio y un amplio control sobre el territorio de la Comunidad de Villa yTierra de Uceda.


La presencia judía en Uceda queda registrada en el Padrón de Huete. De las dieciséis aljamas y juderías que se registran en el espacio al sur del Sistema Central, la judería de Uceda no sobresale como  importante, aunque sí, tal como aclararía Carlos Carrete Parrondo en su obra  «El repartimiento de Huete de 1290», a lo largo de la baja edad media iría adquiriendo mayor importancia, junto a las de Alcalá de Henares, Buitrago o Zorita.

Considerada como Judería menor, es decir, sin rango de Aljama, tributó unos 2.841 maravedíes dando, según palabras de González en su libro “Repoblación de Castilla" , hasta 200 hebreos.

Posiblemente, al igual que en otras partes de Castilla, los judíos de Uceda tenían como principal profesión la del comercio; el tránsito entre uno y otro lado de la Sierra Somosierra, y las vías entre Buitrago e Hita hiceron de uceda un centro un importante de transacciones donde numerosos comerciantes judíos pudieron ubicarse. 

Durante los ataques antijudíos que se produjeron a lo largo de la península en 1391, parece que la judería de Uceda se mantuvo relativamente tranquila, como indica  Gonzalo Viñuales Ferreiro en su trabajo “El pogrom de 1391 en la diócesis de Toledo. ¿Legitimidad, identidad y violencia en la castilla de la baja edad media?“ [3],  debido a la protección que le procuró la Casa del Infantado, ya que Uceda estuvo bajo proteccion de Los Mendoza durante el siglo XIV y XV, como el resto de la provincia de Guadalajara.

Hacia los años 1463 y 1464, Uceda, junto con Alcalá de Henares, Torrelaguna, Talamanca y Mondéjar, tributaban del orden de 800 a 1200 maravedíes y Madoz estima que en el S. XVI, la villa contaría con 500 vecinos, es decir, 2.500 almas. Y hacia el 1474, en el repartimiento realizado por el por Rabí Jacob Aben-Núñez, juez mayor de los judíos y médico del rey  Enrique IV, Uceda contribuye con 800 maravedíes (Amador de los Ríos, Historia, tomo III, pág. 599 y 600). Por lo que todo indica que hacia finales del S. XV la población judía en Uceda habría aumentado considerablemente.

«El aljama de los judíos de Tordelaguna, é sin los judíos de Uceda é Talamanca, mil maravedís. El aljama de los judíos de Uceda, ochocientos maravedís. Los judíos de Talamanca é de Algete, setecientos maravedís. El aljama de los judíos de Buitrago, tres mil é trescientos maravedís. El aljama de los judíos de Alcalá de Henares, sin los judíos que moran en Cobeña, cinco mil maravedís. Los judíos que moran en Cobeña, quinientos maravedís. Los judíos que moran en Madrid, con los judíos que moran en Ciempozuelos, é en Pinto, é en Barajas é en Torrejón de Velasco, mil é doscientos maravedís.»

Llegado el año 1492, los judíos de Uceda y de la Tierra de Uceda se ven forzados o a marcharse del reino de Castilla o convertirse. La mayoría huirían hacia Portugal, aunque muchos otros, tal como lo confirman en los numerosos procesos inquisitoriales de los años siguientes, preferirán la coversión.

En el proceso inquisitorial seguido contra Francisco de Murcia, converso, vecino de Uceda, aparece como testigo de abono un Francisco Pérez, escribano, vecino de Torrelaguna, de unos cuarenta y ocho años, que «no sabe dónde se volvió chistiano porque era chico». Su padre, madre y hermanos se habían bautizado en Torrelaguna, «el mismo año que tos judíos fueron echados de Castilla».

En otro proceso, este contra Diego de Acosta, otro vecino de Uceda, figura: mujer de Sebastián de la Vega, vecino de Uceda, que tenía un hermano en Torrelaguna «christiano nuevo de judio» y que en 1492, «su madre fue con ellos a Cartagena para desde allí salir fuera de España, pero allí se bautizaron todos».

También hay documentado el hecho de que un judío de la villa de Uceda y que huyó de la persecución de la Inquisición, tenía en propiedad más de 300 mulas, comerciaba directamente con portugueses, y hacia Portugal huyó desde la zona.

Por último, hay que resaltar que una de las figuras más veneradas de Madrid, SantaMaría de la Cabeza, María Toribia, fue oriunda de Caraquiz, (otros autores la localizan en la cercana villa de Cobeña) y de origen judeoconverso a finales del siglo XI o principios del XII. Parece que sus primeros años vivió en Uceda hasta la muerte de sus padres, en la que se trasladaría a Torrelaguna a vivir con unos parientes.

Zona donde se ubicó en la edad media el entramado urbanístico intramuros de Uceda.
En cuanto a la localización de la población judía en Uceda, no hay o, de momento, no se han encontrado restos arqueológicos que den pie a localizarla. Tampoco hay constancia de sinagoga o carnicería que diesen servicio a la comunidad. Es posible que la comunidad habitara el arrabal de la villa, es decir, viviera extramuros durante la baja edad media, lo que hoy en día ha dado lugar al entramado urbanístico de la villa.

Calle de San Juan. Zona del Arrabal y actual zona urbana de Uceda.
 

Bibliografía:

[1] Las juderías medievales en la provincia de Guadalajara. Francisco Cantera y Burgos, Carlos Carrete Parrondo
Sefarad: Revista de Estudios Hebraicos y Sefardíes, ISSN 0037-0894, Año 33, Nº. 1, 1973 , págs. 3-44
[2] La Inquisición de Torquemada. Secretos íntimos / Isidore Loeb, H. Graetz, Fidel Fita
[3] El pogrom de 1391 en la diócesis de Toledo. ¿legitimidad, identidad y violencia en la castilla de la baja edad media? Gonzalo Viñuales Ferreiro. Universidad Rey Juan Carlos

[4] Judíos y conversos de Torretaguna (Madrid) en tiempos de la expulsión. Enrique Cantera Montenegro. Universidad de Madrid.
[5] «El repartimiento de Huete de 1290», en Sefarad, XXXVI, (1976), p. 127. Carlos CARRETE PARRONDO
[6] “Los judíos en la España moderna y contemporánea”, Vol.3 Julio Caro Baroja en su libro
[7] Gentilicios españoles. Tomás de la Torre Aparicio y José de la Torre
[8] Santa María de la Cabeza, única santa nacida en la provincia de Guadalajara (Carquiz, Uceda), de origen judeoconverso. Teresa Díaz Díaz

sábado, 7 de septiembre de 2013

La Aljama de Guadalajara (I)

La ciudad de Guadalajara, como ha ocurrido en tantas otras localidades de la península, poco tiene en la actualidad que mostrar sobre su esplendoroso pasado. Es por este motivo que muchos autores han llegado a comentar de Guadalajara que, por haber sido tierra fronteriza y escenario de conflictos y guerras, ha sido una ciudad con mala suerte. Se suele decir que la ciudad alcarreña tiene más gloria en los libros que recogen las crónicas de su pasado que en lo que hoy en día atesora y que no podemos ver, y sin duda alguna, uno de esos tesoros que no podemos ver es la huella judía en la ciudad.

 
El origen del nombre de la ciudad de Guadalajara es aún muy discutido, pues aunque se sabe con certeza que fue asentamiento árabe desde prácticamente el siglo VIII, los historiadores no se ponen de acuerdo si con anterioridad ya había en esta zona del valle del Henares un asentamiento íbero, de nombre “Arriaca”, topónimo de la posible voz vascuence “Arriaka", río de piedras o camino de piedras (visto que “harri” significa piedra en vascón) y de la que hasta el momento no hay constancia arqueológica.

Casualmente esta denominación íbera es en la que se basan los árabes para llamar al río que bordea a la ciudad y que daría nombre a esta, Wād al-ḥaŷara, que derivaría una vez castellanizado en Guadalajara, y que significa “río de piedras”, haciendo referencia a la abundancia de cantos rodados en su lecho o bien, como “Valle de los castillos" o "Valle de las fortalezas” nombre que Mahmud Ali Makki le daría por la voz árabe “ḥaŷara”, que pudiera traducirse como edificio fuerte hecho de piedras, es decir, fortaleza, ya que está claro que desde Sigüenza hasta Alcalá de Henares, el río estaría salvaguardado por numerosos castillos durante toda la edad media. Sin embargo, hay que aclarar que desde la invasión árabe hasta, al menos el siglo X, tal como consta en las crónicas de Ahmad Al-Razi, la ciudad sería conocida por el nombre de “Madīnat al-Faray”, ciudad del mirador o del farallón, de la palabra primitiva faray, debido a que la ciudad se situaba sobre una zona rocosa sobre el río Henares. Otros autores consideran que la ciudad se nombraría como “Madīnat al-Faray” en honor a su fundador, Faray.

La antigua Madīnat al-Faray se establecería en un pequeño montículo entre dos barrancos, el Alamín y el Coquín (hoy desaparecido por el crecimiento urbano de la ciudad), que condicionarían más tarde la forma de la ciudad hacia el sur y le servirían como defensa antes incluso de la construcción de las murallas, de las que hoy pueden visitarse sólo algunos torreones y verse algún lienzo.



Al norte, y como entrada desde la vía que ya desde época romana unía Complutum con Segontia, es decir, Alcalá de Henares con Sigüenza, se construye el puente del Henares, que de origen árabe (no se sabe si sobre uno romano anterior), que es la obra más antigua conservada en la ciudad de Guadalajara junto con el Alcázar, y que ha sido siempre la entrada natural a la ciudad alcarreña.


Entre el puente y el Alcázar, extramuros, podemos encontrar la primera huella de la presencia judía, que aunque no visible, si ha quedado documentada en las crónicas de la ciudad medieval (1461). Y es que a los pies del Alcázar, en los terrenos comprendidos entre este y el puente sobre el Henares, se encuentra el llamado “Campo del Osario”, donde los judíos pudieron tener su cementerio durante toda la edad media Desgraciadamente el desarrollo urbanístico del Barrio de la Alcallería o de Cacharrería, llamado así por albergar los talleres de los alcalleros o cacharreros, y el Hospital Provincial no permiten por el momento, cualquier actuación arqueológica sobre la zona. Otros autores, como Juan Catalina García, localizan la necrópolis judía en el llamado “Castil de los Judíos”, donde hoy se encuentra, casualmente, el cementerio municipal, frente de la desaparecida puerta de Feria o torreón de Alvarfáñez, al otro lado del barranco de San Antonio y no muy lejos de esta zona, y es que la tradición local señala que los judíos habitaban extramuros de la ciudad con anterioridad a la conquista cristiana de Guadalajara.


De ser esto cierto esto, parece que esta judería primitiva extramuros fue abandonada mucho antes incluso que la entrada de los cristianos en la ciudad, pues testimonios conservados del siglo XIII documentan a numerosas familias viviendo en el entorno donde se construiría a finales de esa centuria el convento de Santa Clara (En la confluencia de las calles de Miguel Fluiters y Teniente Figueroa), ya en la ciudad.

A través de la desaparecida Puerta de Bradamarte, se accedía desde la 
Alcallería a la ciudad, a la sombra del antiguo Alcázar, hoy cerrado al público por unas obras de restauración que parecen nunca acabar. El Alcázar es uno de los pocos restos que quedan de la antigua Wād al-ḥaŷara. Sería en un barrio no muy lejano al Alcázar donde los judíos habitarían en la ciudad hasta su expulsión.



No se sabe, como en muchas ocasiones hemos hablado, cuando se asentó la comunidad judía en esta ciudad, pero parece que la invasión de la península por las tropas musulmanas, encabezada por Tarik y Musa, trajo consigo una importante población que, o bien acompañaban a las tropas árabes, o bien ya habitaban en la península y se movieron al abrigo de la protección que estos les daban frente a los visigodos. A las comunidades judías se les encomendó la administración y defensa de la plaza, mientras el ejército árabe continuaba su conquista rumbo al norte, y posiblemente supusieran la primera población en Guadalajara. Fuera esto cierto o no, sí que es verdad que durante el periodo de dominación árabe en Guadalajara, entre los siglos VIII al XI, la colonia judía fue numerosa e influyente, sin que se pueda concretar si además del llamado “Castil de los Judíos”, la población judía se ubicara, como he comentado, en una parte concreta de la ciudad.

El dominio andalusí de la ciudad duró casi cuatro siglos, hasta que a finales del siglo XI pasó a manos de Alfonso VI de Castilla, aunque con anterioridad ya había sufrido algún saqueo por parte de Fernando I de Castilla a finales del año 1050. Fue Álvar Fáñez, lugarteniente de El Cid, el que dirige a las tropas castellanas en la toma de la ciudad en la primavera de 1085. Cuenta Alvar Fáñez en sus crónicas, que cuando entró en la ciudad, halló que en ésta moraban juntos musulmanes y judíos sin problemas. La conquista cristiana permitió en estos primeros años del siglo XI, un respeto a las costumbres y tradiciones tanto de musulmanes como a los hebreos. 
Precisamente, en los siglos de la Edad Media, bajo dominio cristiano en la ciudad, fue cuando los judíos de la ciudad arriacense adquirieron un mayor poder económico y pudieron desarrollar una intensa vida cultural, lo que no significa que no fueran objeto de numerosos abusos por parte de la población cristiana.


En el 1133, Alfonso VII, concede a la ciudad un estatuto para regular la vida de la Ciudad y Tierras de Guadalajara, el llamado “Fuero Corto”, en el que se recogen leyes para establecer el desarrollo económico y el establecimiento de las reglas de convivencia entre cristianos, mudéjares y judíos. En este primer fuero, los judíos son equiparados totalmente a los caballeros para la debida defensa de la ciudad, y, de esta manera, se reconoce a los judíos como pieza fundamental del sector económico y cultural de la ciudad. Según este fuero arriacense, los dos tercios de los judíos varones y en edad propicia, deberían acompañar al rey en sus campañas. El resto protegería la plaza de posibles ataques y se encargaría de recaudar las rentas de la Corona. Posteriormente en el 1219, en el llamado “Fuero Largo,” el rey Fernando III concede a la ciudad alcarreña una ampliación de su jurisdicción y se establece un nuevo organismo de gobierno, el concejo de la ciudad, pero, sin embargo, esta nueva normativa no vino acompañado de un aumento de las regulaciones y libertades sobre las poblaciones judías o mudéjares.

Durante el reinado de Alfonso X, la protección del rey aseguró el desarrollo económico de la población, mediante la defensa de sus comerciantes y la autorización de sus ferias y mercados, lo cual supuso una gran ventaja para la población judía que ya copaba parte del sector comercial. Se sabe que la aljama de Guadalajara en 1290 pechaba durante el reinado de Alfonso X con 16.986 maravedíes.
Más tarde, y posiblemente como presión de la iglesia católica, un documento fechado en 1293 y firmado por el rey Sancho IV, dispone que los judíos y “moros” de Guadalajara no pudiesen cobrar más del tres por ciento de interés en los préstamos que realizasen. 


Durante el siglo XIV, parece que la población judía de Guadalajara no sufre demasiado, a diferencia de otras aljamas, durante los asaltos de 1391; posiblemente el establecimiento en la ciudad de la familia Mendoza, cuyo destino marcaría en adelante, protegería  a la comunidad hebrea de estos ataques. Sin embargo, esto no quiere decir que se sometiera a la aljama a mayores presiones fiscales. En el año 1444, por ejemplo, la comunidad no pudo pagar más que la tercera parte de sus impuestos, a causa de problemas de malas cosechas y malos negocios, por lo que el rey Juan II trató de paliar la situación, autorizando a los conversos a ser tratados en igualdad de condiciones que los cristianos, medida que utilizada para fomentar las conversiones. Otro ejemplo de este incremento de la presión económica se produce en mayo de 1454, cuando el concejo de la ciudad de Guadalajara decide que las "[...] aljamas de judíos y moros desta dicha çibdad debían ayudar en la costa de la fiesta del Corpus Christi de este año [...]".


Ver La Judería de Guadalajara en un mapa más grande

Dentro de la ciudad, la judería parece que ocupó el barrio hoy comprendido entre las calles Ingeniero Mariño, limitando con las murallas sobre el barranco del Alamín, Dr. Benito Hernando al sur que la separaría de la aljama mudéjar y la calle Miguel Fluiters, aunque no se tiene constancia que la judería estuviera separada del resto de la ciudad por murallas interiores. Es en esta parte de la ciudad, entre las calles que forman este barrio, donde queda el único vestigio que hoy podemos encontrar de la presencia judía en la ciudad, la calle de la Sinagoga.


Y es que se sabe con certeza por documentación de la época, que en 1492, existían en la aljama judía de Guadalajara al menos cuatro sinagogas: La sinagoga “Mayor”, la de “Los Matutes”, la del “Midras” y la de “Los Toledanos” según se enumera en el recibo de “bienes comunes que los cabildos e cofradias e aljama de los judíos de la cibdad de Guadalajara tenian e dexaron” al tiempo de la expulsión, en el que además se hace una relación de elementos confiscados, como “lámparas de las sinogas”. En un documento de 15 de abril de 1290 se certifica la venta a “las freyras del monesterio de Santa Clara de Guadalfaiara” de ciertas casas de Samuel Camhy y su esposa, sitas en la collación de San Andrés y lindantes de una parte con otras que fueron de Fernando Peres, “e de la otra la casa que fue sinoga”, de la otra, casas de Munno Ferrandes, y de la otra, la calle, lo que revela la existencia de una quita sinagoga, la sinagoga vieja, que para esa fecha, quizás por cambio de emplazamiento del barrio judío, ya había dejado de utilizarse como templo hebreo.


La llamada Sinagoga Mayor, estaría situada en los alrededores de la calle Ingeniero Mariño, en la parte más baja de lo que hoy abarcaría la judería, junto a la muralla, sin saber con certeza su situación exacta, en donde tras la expulsión se llamó Barrionuevo, así como su cofradía y cuatro casas que circundaban a aquélla, según se refiere en una escritura del 27 de mayo de 1492, diciendo: “quatro pares de casas que estan juntas e al derredor e espaldas de las casas que disen de Sant Pedro e Sant Pablo, que antes solian ser synoga mayor de los judíos”.
En documentos de la época, se hace mención que cuando Don Antonio de Mendoza compró casas y patios para construir su palacio (en la actual Ingeniero Mariño), al ampliarlo su sobrina doña Brianda de Mendoza para el Convento de la Piedad, tuvieron que negociarse las compras con numerosos judíos, habitantes del barrio.


También en el recibo de “bienes comunes", se nombra la “sinoga de los Matutes”, llamada otras veces “sinoga vieja de los Matutes”, y varias casas limítrofes. En una crónica del 17 de agosto de 1490 de Çulema Asayel, dice que “en nombre de la synoga que disen de los Matutes... e los onbres buenos que disen orasion en ella” da en censo perpetuo “una parte de casa” que poseían en la colación “de la iglesia de Sant Gil que ha por alledannos de la una parte otra parte de casas que solia estar junta con la dicha parte de casas que la tiene agora a censo de la synoga mayor... don Huda Ajajes”. Esta llamada Sinagoga de los Matutes estaría situada en lo que hoy es la Plaza de santa Clara, en el solar que hoy ocupa una Caja de Ahorros, junto a la Iglesia de Santiago. Casualmente, si se visita dicha Iglesia, se notará que debe descenderse bastante en su interior para llegar a la base, lo que podría ser muestra de que dicha iglesia estuviera construida sobre los cimientos de la sinagoga, ya que sabemos que durante toda la edad media, las sinagogas no podían sobrepasar en altura a los templos cristianos, por lo que se construían en niveles inferiores al nivel de la calle, para poder hacerlas amplias.



La “sinoga que se dise del midras” estaría en las confluencias de las calles de Ingeniero Mariño y la Calle de la Sinagoga y es de las cuatro de la que menos se conoce, pues poca documentación ha llegado hasta nuestros días.


Respecto a la llamada “sinoga de los Toledanos”, por la copia de un documento en el Archivo General de Simancas, en el Registro General del Sello de Corte dado por los Reyes Católicos en Zaragoza a 10 de septiembre de 1492, se sabe que éstos la donan a los frailes mercenarios del convento de San Antolín, para que hagan en ella una enfermería: “para reme­diar tan grande necesidad como teníades, vos fiziésemos merced de la Sinoga, que se llama de los Toledanos, que los judíos de la dicha Ciudad dexaron, al tiempo que salieron destos nuestros Reynos, donde pudierdes fazer casa de enfermería para que los dichos religiosos se curasen…”. 



Pocos años antes, en 1472, el comendador de dicho convento­ de San Antolín, fray Diego de Muros, junto con el prior del mismo, fray Fernando de San Gil hace censo de unas casas de Guadalajara, propiedad del cirujano hebreo de Guadalajara, don Huda Correr. También, y con fecha del 8 de septiembre de 1473, hace escritura de traspaso "que Abrahem Almafloz, judío sastre, hijo de don Jucaf Almafloz, judío sastre" a dicho convento (fols. 119 v. y 125 v. de dicho ms., respectivamente)
En otro documento de la Biblioteca Nacional de Madrid, Manuscrito 2684 folio 110, el cronista fray, Felipe Colombo escribe de su puño y letra, en el margen de este documento que "esta sinagoga estaba dentro de la ciudad y junto a las casas de don Melchor Calderón", lo que la sitúa entre la actual cuesta de Calderón y en la calle de Benito Hernando esquina a Juan Catalina, donde se edificó el convento de la Piedad, ahora convertido en Instituto de Enseñanza Media.




Como última etapa de este paseo por la judería de Guadalajara, hay que visitar de manera obligatoria, aunque sólo para apreciar la arquitectura civil renacentista de este edificio, el Palacio del Infantado. En él, hoy en día se encuentra el Museo Provincial de Guadalajara, donde, entre otras piezas, se pueden encontrar varias procedentes de las excavaciones arqueológicas del "Prao de los Judíos" de Molina de Aragón, como monedas, collares y otros elementos decorativos.




Bibliografía:
[1] Las juderías medievales en la provincia de Guadalajara F. CANTERA BURGOS y C CARRETE PARRONDO,(Madrid1975)
[2] La Edad Media en Guadalajara y su provincia: Los judíos. G.VIÑUALES FERREIRO. Diputación de Guadalajara, 2003.
[3] Espacios de coexistencia entre moros y judíos en Castilla en la Edad Media: las fiestas G.VIÑUALES FERREIRO Universidad Rey Juan Carlos de Madrid
[4] Registro General del Sello de Corte, folio 28 del 10 de Septiembre del año 1492

martes, 26 de febrero de 2013

La Aljama de Caracena

Hoy Caracena, la que antaño fue villa principal de la tierra de su mismo nombre (cabeza de más de una veintena de aldeas), se encuentra semiabandonada, aunque aún se pueden percibir los abundantes signos de su esplendor medieval, como son sus dos iglesias (de San Pedro y de Santa María o Virgen del Casado), la cárcel, la plaza mayor, su trazado urbano o su Castillo


La zona de la Villa de Caracena, entre dos barrancos, el del río Caracena y el Adante, formados durante miles de años en estas agrestes tierras, fue habitada desde al menos la edad de bronce (1500-1200 a.c.), como lo atestigua el yacimiento de Los Tolmos, el más representativo de la provincia de Soria. 




En él se descubrieron tumbas antropomórficas rupestres, sepulturas en hoyos de inhumación y objetos como hachas, puntas de flecha o fragmentos de cerámica campaniforme. También estas tierras fueron escenario de las guerras celtíberas, donde los arévacos se enfrentaron a las legiones del cónsul Pompeyo en 141 a.c. No hay, sin embargo, constancia de asentamiento alguno durante la dominación romana, aunque como enclave en el camino entre Tiermes y Uxama, pudo haber tenido cierta importancia para el control de la vía.

La importancia de Caracena llegaría, como el resto de tierras sorianas, por encontrarse durante los siglos X y XI en la marca fronteriza entre los reinos cristianos y los musulmanes. Es durante estos siglos cuando se construye su castillo. En sus inmediaciones tendría lugar una de las más cruentas batallas entre musulmanes y cristianos, la batalla de Alhandega, en la que una emboscada en los cañones y barrancos de la sierra de Pela, de los ejércitos cristianos a los de Abderramán, darían la victoria a estos primeros y causaría una gran pérdida al califato de Córdoba.

Durante el siglo XI y alejada ya la frontera hacia el Tajo, se concedieron fueros reales y determinados privilegios a aquellas gentes que acudieran a poblar la zona de las Comunidades de Villa y Tierra de la Extremadura Castellana, entre las que se encontraba  Caracena. 



Tanto Fernando I de León como su hijo Alfonso VI, consideraron Caracena como una plaza prioritaria de repoblación. Surge así la Comunidad de Villa y Tierra de Caracena. En 1113 ya estaba totalmente estructurada y según el censo del año 1594, la villa estaba constituida por diecinueve pueblos o aldeas y trece despoblados.

A finales del siglo XIV es entregada a la familia Tovar, que la mantiene en su poder hasta la guerra de sucesión de finales del siglo XV. Los Reyes Católicos confiscarían la villa y la entregarían junto con sus aldeas a Alfonso Carrillo de Acuña II, sobrino del famoso arzobispo de Toledo. Una de las primeras medidas de Carrillo será reconstruir el castillo de Caracena. 




La presencia judía en Caracena no se hace patente hasta bien entrado el siglo XV, donde se aprecia, a diferencia de siglos anteriores, como los impuestos pagados por la comunidad van creciendo año tras año, lo que nos indica que a diferencia de otras poblaciones castellanas, la villa fue repoblándose de judíos. Sin embargo, a día de hoy, sólo estos datos contables y los expedientes inquisitoriales de 1498 archivados en Cuenca nos indican algo sobre la aljama de Caracena.
De estos expedientes inquisitoriales destaca la mención de una sinagoga, aunque en ningún documento llega a indicarse su ubicación. La tradición popular sitúa en el llamado “Arrabal de Gormaz”, al norte de la población, la aljama. Esta zona urbana, hoy en día desaparecida y que forma parte de las llamadas eras del pueblo, antaño tendría la misma configuración medieval que tiene el resto de la villa. 




Se trata de una distribución de calles estrechas y que se adaptan a las irregularidades del terreno, que confluirían de manera radial en la Plaza mayor. Por la situación de la iglesia de la Virgen del Casado, se ha pensado que pudo ser la sinagoga que se menciona en los expedientes inquisitoriales, aunque por sus características románicas y su riqueza en elementos visigóticos y mudéjares podría descartarse rápidamente esta idea según el historiador Juan Gaya Nuño.

 
Ver La judería de Caracena en un mapa más grande

Bibliografía:
[1] Judíos y judaizantes de Caracena. Ricardo Muñoz Solla. Revista El Olivo, nº 53. Universidad de Salamanca
[2] Los repartimientos del. «servicio y medio servicio» de los judíos de Castilla de 1484,1485,1490 y 1491. Gonzalo Viñuales Fereriro. Uned, Madrid.
[3] Censo de población de las provincias y partidos de la Corona de Castilla en el Siglo XVI. Tomás González (1829).
[4] Del Pasado Judío en Los Reinos Medievales Hispánicos: Afinidad y Distanciamiento. Yolanda Moreno. Colección Humanidades